Hoy, la noticia más importante proviene de la alianza rusa.
Aquí, una nueva ofensiva comercial revela que Estados Unidos ha encontrado un punto débil en la alianza Brics. Brasil, considerado durante mucho tiempo como el miembro más vulnerable de la alianza económica rusa, ahora se enfrenta a fuertes aranceles y una presión creciente, lo que lo convierte en un estado en primera línea en la guerra económica para aislar a Rusia.

Hasta ahora, el ataque ha sido liderado por el propio presidente Donald Trump.

La Casa Blanca ha confirmado que los aranceles sobre los productos del mar brasileños aumentarán al 50 por ciento a partir de principios de agosto, siendo actualmente la sanción más alta de este tipo en el mundo. Según informes desde Rio Grande do Norte, donde se concentra gran parte de la industria, el impacto podría ser inmediato: más de 30 embarcaciones podrían suspender operaciones, 1.500 trabajadores podrían perder sus empleos, y grandes exportadores como Produmar advierten que las ventas a EE.UU. se volverán inviables.


Aunque se presenta como una decisión de política comercial, Washington ya ha dado señales de una escalada más amplia: los servicios satelitales como el GPS podrían ser restringidos, se están considerando sanciones a entidades gubernamentales, y diplomáticos estadounidenses están presionando a Brasil para que rompa su alineación con el bloque Brics, una coalición que ahora se percibe cada vez más como el pilar de la estrategia geopolítica de Rusia.


La justificación oficial es altamente personal. El presidente Trump ha criticado repetidamente el proceso judicial contra el expresidente Jair Bolsonaro, quien intentó orquestar un golpe militar entre 2022 y 2023, calificándolo de cacería de brujas contra un aliado político de Trump. Pero detrás de esta declaración se esconde un movimiento estratégico más amplio.
Brics ha surgido como el competidor económico y geopolítico más significativo de Estados Unidos, y Brasil es uno de los miembros fundadores del grupo y la tercera economía más grande del bloque después de China e India, pero también es la más dependiente de Estados Unidos en cuanto a exportaciones, financiación e importaciones de alta tecnología. Al presionar primero a Brasil, Washington está poniendo a prueba si la alianza BRICS puede resistir una guerra económica asimétrica, comenzando no con los miembros más desafiantes, sino con los más expuestos.

Esa exposición es profunda; aproximadamente el 20 por ciento de las exportaciones de Brasil se dirigen a Estados Unidos, y muchas de sus industrias más rentables, como la agricultura, la energía y la aeronáutica, dependen del acceso a los mercados, maquinaria y sistemas de datos estadounidenses para funcionar adecuadamente.

La amenaza de cortar el acceso al GPS es especialmente grave: la agencia espacial de Brasil y las grandes empresas agrícolas dependen en gran medida de los datos satelitales estadounidenses para todo, desde navegación hasta logística y planificación de cultivos. Aunque Brasil está explorando alternativas, cambiar de sistema llevaría años, costaría miles de millones y podría aislar al país de sus mayores inversionistas.

Esto es precisamente lo que hace que la estrategia estadounidense sea tan peligrosa para la cohesión del BRICS. Si el frágil pero importante sector económico brasileño cede ante la presión, también podría verse obligado a detener su participación en iniciativas clave del BRICS o incluso abandonar la coalición por completo, lo que tendría consecuencias inmediatas para Rusia. Moscú ha pasado años promoviendo al BRICS como contrapeso geopolítico a Occidente, incluso mediante comercio desdolarizado, infraestructuras financieras compartidas y nuevos esquemas de precios para materias primas. Si Brasil da un paso atrás, podría interrumpir estas rutas comerciales alternativas rusas, mecanismos de pago y la coordinación diplomática, dejando a Rusia aún más aislada en un momento en que su acceso a divisas fuertes, finanzas globales y socios confiables ya está menguando.
La presión llega justo cuando Rusia enfrenta grandes problemas económicos; las sanciones, la represión a su flota sombra y la desdolarización han limitado drásticamente sus opciones comerciales.

Brics sigue siendo la mejor apuesta de Moscú para salvar sus exportaciones de energía, ventas de armas y alternativas financieras, y por tanto, su economía. Perder a Brasil debilitaría la credibilidad del bloque y erosionaría aún más el argumento internacional de Rusia de que Brics es un sistema económico viable. Y a diferencia de India, Brasil carece de escala, autosuficiencia o influencia militar, y si cae, otros lo notarán.

En resumen, Estados Unidos ha lanzado un golpe calculado al punto más débil de la alianza rusa Brics, utilizando aranceles, sanciones y presión diplomática para apartar a Brasil de sus aliados económicos. Lo que se presentó como una protesta por el enjuiciamiento de Bolsonaro podría ser una jugada astuta para combatir al mayor competidor geopolítico de Estados Unidos. Y a medida que BRICS se fractura, Rusia corre el riesgo de quedar aún más aislada, perdiendo a la tercera economía más grande del bloque —y una más grande que la suya propia— lo cual privaría a Moscú de credibilidad y de una palanca geopolítica crucial.

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