Hoy, hay noticias importantes desde la dirección de Zaporiyia.
Aquí, un ataque fallido expuso el verdadero estado de las unidades rusas, ya que la etiqueta de élite VDV no pudo enmascarar una planificación y logística inadecuadas. Al ver lo que les esperaba con tal plan, muchos paracaidistas rusos decidieron simplemente rendirse para evitar una muerte segura, solo para convertirse de inmediato en objetivos prioritarios de sus propias unidades de drones, que recibieron la orden de perseguir y eliminar a todos los desertores.

Las fuerzas rusas de la VDV fueron redistribuidas al frente de Zaporiyia para inmovilizar las defensas ucranianas como parte de una operación combinada. La esperanza era que esto dividiera la atención ucraniana en el sur, mientras otro grupo operativo intentaba flanquear las líneas de defensa desde el este y forzar la penetración hacia la región de Dnipropetrovsk.

El avance ruso hacia Orijiv consistió en un asalto de múltiples oleadas contra Mala Tokmachka, con el objetivo de abrirse paso y consolidar la zona. Imágenes geolocalizadas muestran a las fuerzas rusas avanzando con 26 tanques y vehículos de combate de infantería a lo largo del día, pero a pesar de sus esfuerzos, 22 de ellos fueron destruidos por los ucranianos al caer la noche. La mayoría de los soldados también fueron eliminados, y los sobrevivientes quedaron abandonados por su propio mando, convirtiéndose en objetivos para los drones ucranianos que limpiaban los campos.


Muchos rusos se unen a las fuerzas VDV creyendo que serían tratados como guerreros de élite, entrenados, equipados y celebrados. La realidad es muy diferente de lo que se les había mostrado; los paracaidistas fueron lanzados a la trituradora de carne en oleadas sucesivas, viendo cómo sus camaradas eran envueltos por explosiones mientras se acercaba su propio turno.


En lugar de un empuje coordinado y abrumador, las unidades eran enviadas a asaltos de desgaste con solo unos pocos vehículos a la vez, con escasas posibilidades de éxito y cero planes para evacuar a los posibles sobrevivientes. El efecto psicológico fue catastrófico para los reclutas de la VDV, ya que el estatus de élite se evaporaba en una sensación de ser prescindibles.


Ante la aniquilación, un número creciente de soldados rusos eligió rendirse antes que enfrentar la muerte segura. Un video desde esta dirección muestra a un paracaidista ruso saliendo de posiciones arruinadas para entregar las armas, guiado hacia la retaguardia ucraniana por dos soldados que aceptaron su rendición y lo tomaron como prisionero de guerra. Esta posibilidad le ofrecía al soldado ruso una opción racional de supervivencia, si no hubiera sido detectado por sus propios camaradas. Poco después, dos drones FPV rusos atacaron al grupo, ignorando sorprendentemente a los ucranianos y centrando su objetivo únicamente en el soldado ruso que se había rendido, con el único fin de castigar a los suyos por elegir vivir.


Esta despiadada respuesta rusa en el campo tiene la intención de disuadir a los desertores mediante una orden brutal. Cuando el reconocimiento ruso identifica a sus propias tropas moviéndose para rendirse, los drones FPV y las unidades de artillería están listos para actuar y atacar a los soldados que se rinden. Imágenes de Stepnohirsk muestran a otro soldado de la VDV levantando los brazos en señal de rendición, pero luego girando rápidamente y suplicando al dron kamikaze ruso que intentaba matarlo, sin éxito. Los dos videos filmados y publicados justo después del gran asalto ruso muestran que estos no son incidentes aislados en el campo de batalla, sino parte de un creciente conjunto de pruebas de que tales medidas punitivas han sido adoptadas por los oficiales rusos para evitar la capitulación masiva.

Si el mando ruso permitiera rendiciones, la disciplina se colapsaría aún más, la deserción y la negativa se expandirían, llevando a pérdidas de personal incontrolables. Para prevenir esto, los oficiales intentan restablecer la disuasión mediante castigos públicos y privados, pero a un costo elevado. Las ejecuciones ordenadas de soldados rendidos pueden frenar la propagación de la capitulación, pero también confirman a los reclutas que a los oficiales les importa poco su supervivencia. Los posibles voluntarios o reclutas bajo contrato que observan estos hechos también son menos propensos a alistarse, creando problemas de reclutamiento y preparación a largo plazo para un ejército ya debilitado por enormes pérdidas.

En general, lo que comenzó como un plan para usar a la VDV como solución para un asalto estancado se ha convertido en un símbolo de los problemas sistémicos del ejército ruso. Las unidades de élite son tratadas como prescindibles, dirigidas por un mando dispuesto a matar a los suyos para ralentizar el colapso y evitar ser castigado por sus superiores.

El aumento de rendiciones y deserciones es un indicador significativo que no puede ignorarse. Cuando los soldados eligen la captura sobre las órdenes directas, la guerra de desgaste está destruyendo la lealtad que el Kremlin aún necesita para sostener sus campañas.


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