Hoy, la noticia más importante proviene del Cáucaso Sur.
Aquí, la ira de Rusia ha estallado después de que Azerbaiyán, durante mucho tiempo descartado como un pequeño estado neutral, emergiera como uno de sus rivales más disputados. Desde acuerdos de gas hasta envíos de armas, Bakú está desmantelando silenciosamente la influencia regional de Rusia, y la respuesta del Kremlin se ha vuelto abiertamente hostil, con un ataque con misil contra la embajada azerbaiyana en Kiev marcando una nueva y peligrosa etapa en su confrontación.

El ataque ocurrió durante un bombardeo nocturno sobre objetivos ucranianos cuando un misil del tipo Iskander impactó en el complejo diplomático azerbaiyano. Moscú afirmó que fue un accidente, pero en Bakú se interpretó como un ataque deliberado. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Azerbaiyán convocó al embajador ruso y le entregó una protesta formal, mientras que el presidente Ilham Aliyev llamó a Volodymyr Zelensky para condenar lo que calificó como un ataque dirigido. Los medios estatales en Bakú enmarcaron el incidente como un asalto directo a la soberanía de Azerbaiyán. Para Moscú, esto fue un arrebato, con la frustración convirtiéndose en acción contra un país que alguna vez trató como socio dependiente.

Lo que desencadenó esa reacción va más allá de una sola embajada, ya que en las últimas semanas los informes han confirmado que Azerbaiyán ha enviado discretamente cazas Su-22 a Ucrania a través de una cadena logística encubierta que atraviesa Turquía, Sudán y Alemania. Los aviones provienen de Cihaz, una empresa de defensa bajo la industria del Ministerio de Defensa de Azerbaiyán, que produce armas y municiones bajo licencia turca. Los envíos se reetiquetan como ayuda humanitaria en Gaziantep, se transportan a Port Sudan y luego se trasladan a Europa antes de llegar a Ucrania. Las mismas rutas que antes llevaban armas vinculadas a Wagner ahora sirven como la red de suministro de Ucrania.

Para Rusia, la vergüenza es doble, ya que pierde el control sobre su esfera africana y enfrenta la realidad de que incluso sus vecinos más pequeños ahora contribuyen al esfuerzo bélico de Kiev.

La otra razón de la reacción de Moscú se encuentra en la energía, ya que Ucrania ha recibido su primer gas azerbaiyano a través del gasoducto Trans-Balcánico, una ruta que antes estaba dominada por Gazprom. Los volúmenes son pequeños, pero el simbolismo es enorme. El acuerdo entre Naftogaz y Socar Energy Ukraine marca la primera fuente alternativa de Kiev desde que cortó todas las importaciones rusas. El jefe de Naftogaz, Serhi Koretski, lo describió como un paso estratégico en el inicio de una cooperación a largo plazo. Para Moscú, el movimiento indica que el bloque turco de Turquía y Azerbaiyán ahora provee lo que Rusia antes controlaba: combustible para el este de Europa y resiliencia para el invierno ucraniano.

En toda Europa, el patrón se repite, ya que Serbia, históricamente cercana a Moscú, se prepara para nuevos contratos de gas con Bakú mientras las sanciones estadounidenses expulsan a Gazprom de las empresas locales. La Unión Europea ha promovido la energía azerbaiyana como sustituto del suministro ruso, reforzando un cambio más amplio en el que Turquía actúa como intermediario y Azerbaiyán como nuevo proveedor. Incluso los contratos limitados reducen la influencia de Rusia en los Balcanes, y cada nuevo gasoducto refuerza la idea de que Bakú, y no Moscú, controla ahora el futuro energético de la región.

De vuelta en el Cáucaso Sur, el cambio geopolítico está casi completo, ya que el Corredor de Zangezur, que conecta Azerbaiyán con Turquía a través de Armenia, está remodelando las rutas comerciales entre Europa y Asia sin cruzar territorio ruso. El proyecto siguió a la ofensiva decisiva de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, que terminó con la guerra y expuso el fracaso de Moscú como pacificador. Antes visto como la fuerza estabilizadora de la región, Rusia ahora observa desde la periferia mientras sus antiguos clientes reescriben el mapa a su alrededor. El corredor no es solo una carretera, es la prueba física de que el monopolio de Moscú sobre el tránsito euroasiático ha terminado.

En general, Azerbaiyán se ha convertido en el estado más pequeño capaz de infligir el daño estratégico más profundo a Rusia. A través de una combinación de entregas silenciosas de armas, acuerdos de gas e infraestructura regional audaz, Bakú está reemplazando paso a paso el papel de Moscú, en el espacio aéreo de Ucrania, en la red energética europea y en todo el Cáucaso. El ataque a su embajada no intimidará a Azerbaiyán, ya que solo expone a una Rusia desesperada reaccionando mientras su influencia se desmorona desde dentro de su propio vecindario.


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