Enorme convoy ruso emboscado y quemado en la carretera hacia Pokrovsk
El intento de Rusia de forzar un avance hacia Pokrovsk ha entrado en una fase en la que la visibilidad, el tiempo y los corredores de movimiento se vuelven tan decisivos como la potencia de fuego. Lo que antes era una lucha por ventaja territorial es ahora una pugna por controlar las condiciones mismas del campo de batalla, desde el clima hasta la guerra electrónica y un espacio aéreo saturado de drones. En este entorno, incluso un cambio momentáneo —un banco de niebla, una carretera minada, una línea de suministro rota— puede determinar si una columna avanza o es destruida antes de llegar al frente. Las fuerzas ucranianas han convertido los accesos a la ciudad en una zona letal escalonada, donde drones, sensores y minas pueden frenar cualquier intento ruso de asegurar una ruta logística. Para los comandantes rusos, demostrar control sobre Pokrovsk se ha vuelto una exigencia política, pero cada movimiento en la zona implica el riesgo de pérdidas catastróficas. A medida que continúa la batalla, Pokrovsk ya no es solo un punto en el mapa, sino una prueba de qué lado puede adaptarse más rápido en una guerra definida por la vigilancia, los ataques de precisión y el colapso de las tácticas tradicionales de maniobra.

0 Comentarios