Los misiles Neptune y Flamingo asaltan los cielos rusos tras alcanzar una producción récord
En Ucrania, el equilibrio estratégico está cada vez más determinado por la capacidad de atacar profundamente el territorio enemigo, en lugar de limitarse a mantener las líneas del frente. Los misiles de largo alcance proporcionan a Kyiv la capacidad de amenazar la infraestructura militar, energética y de mando más sensible de Rusia, obligando a Moscú a defenderse mucho más allá del campo de batalla. Este cambio refleja un movimiento deliberado hacia la independencia operativa, donde Ucrania ya no depende únicamente de los sistemas occidentales para proyectar poder. Al integrar drones y variantes avanzadas de misiles, Kyiv convierte su producción industrial en un efecto directo sobre el campo de batalla, combinando precisión, alcance y escala. Cada instalación atacada, desde aeródromos hasta centrales eléctricas, redefine la logística, la producción y la toma de decisiones rusa bajo amenaza constante. El resultado es una capa de guerra completamente nueva, en la que el control de la retaguardia se disputa tanto como el control del frente.

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