Los prisioneros de guerra rusos retornados persiguen y matan a todos en su antigua base.
Una nueva tormenta se está gestando dentro de Rusia, nacida no de la presión exterior, sino de la guerra que el Kremlin ha infligido a su propio pueblo. Veteranos marcados por la brutalidad y la impunidad están regresando a una sociedad ya debilitada por el miedo, la corrupción y el deterioro económico. La violencia que llevaron al frente está ahora filtrándose en la vida civil, borrando la frontera entre el hogar y el campo de batalla. Las instituciones estatales, que antes parecían rígidas e inamovibles, muestran señales crecientes de agotamiento. La maquinaria de control de Moscú se resquebraja bajo el creciente peso de contradicciones que ya no puede ocultar. Lo que espera a Rusia después de la guerra amenaza con ser aún más desestabilizador que la guerra misma.

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