Hoy hay novedades interesantes provenientes de la Federación Rusa.
El creciente número de advertencias, que han evolucionado hacia amenazas abiertas por parte de Rusia, ha impulsado al gobierno de Kazajistán a tomar medidas decisivas para establecer una alianza con los países occidentales. Desde el cambio de socios comerciales clave hasta la búsqueda de nuevas alianzas militares, Kazajistán parece decidido a garantizar su estabilidad ante cualquier posible escalada por parte de Rusia.

Kazajistán, considerado durante mucho tiempo un socio estratégico crucial para Rusia, se está distanciando cada vez más de la órbita de Moscú, lo que pone de relieve una fractura más amplia en las alianzas rusas en Asia Central. Los intereses de Rusia en Kazajistán son profundos, con bases militares como el famoso cosmódromo de Baikonur, una instalación clave para los lanzamientos espaciales. La proximidad geográfica de Kazajistán a instalaciones militares rusas vitales y sus abundantes recursos naturales, incluyendo energía y minerales, lo han hecho tradicionalmente estratégico para Moscú.

Además, la considerable población de etnia rusa, que representa aproximadamente un 20 % y está mayoritariamente concentrada cerca de la frontera kazajo-rusa, ha sido utilizada periódicamente por Rusia como justificación para ejercer mayor influencia o emitir amenazas veladas a fin de mantener la alineación pro-rusa de Kazajistán. Rusia utilizó la misma retórica para justificar su guerra en Ucrania, lo cual genera una gran preocupación en el gobierno kazajo. El presidente Vladimir Putin hizo comentarios sobre la integridad territorial de Kazajistán, sugiriendo que las fronteras regionales eran producto de decisiones de la era soviética y mencionando que la configuración territorial actual de Kazajistán no era tan válida históricamente como podría parecer.

El reciente despido del ministro de Defensa prorruso de Kazajistán, Ruslan Zhaksylykov, ejemplifica esta transición. Conocido por su postura abiertamente pro-rusa, fue objeto de críticas internas debido a varios escándalos, incluido un presunto caso de corrupción vinculado a la adquisición de material militar, así como declaraciones polémicas durante reuniones con el ministro de Defensa ruso Andréi Belousov, en las que calificó a los rusos como un pueblo hermano, en línea con la narrativa rusa sobre Ucrania. Su reemplazo por Dauren Kosanov, excomandante de las Fuerzas de Defensa Aérea, marca un cambio significativo en la política. Los movimientos administrativos rápidos del presidente Tokayev subrayan un giro acelerado hacia la adopción de estándares militares occidentales, como lo demuestran los ejercicios conjuntos cada vez más frecuentes con países de la OTAN, como Turquía, y los recientes acuerdos con el Reino Unido.

La creciente cooperación militar entre Kazajistán y las naciones occidentales refleja la disminución de la influencia rusa. La firma de un acuerdo de cooperación en defensa con el Reino Unido representa un paso significativo. Este acuerdo hace hincapié en la formación para operaciones de paz, la enseñanza del idioma inglés y la matriculación de oficiales kazajos en universidades militares británicas. Aunque oficialmente se presentan como iniciativas de “poder blando”, históricamente estos programas educativos y de formación han sido parte de la estrategia británica para cultivar influencia duradera en el extranjero. Kazajistán también participa ya en proyectos de producción de municiones con estándares de la OTAN, lo que subraya aún más su cambio de orientación en materia de defensa.

Históricamente, Kazajistán, junto con Uzbekistán, ha proporcionado grandes cantidades de algodón utilizado para producir nitrocelulosa, un componente vital en los explosivos y pólvora rusos. A pesar de la neutralidad declarada de Kazajistán, estas exportaciones eran esenciales para mantener la capacidad militar-industrial de Rusia.

Sin embargo, los indicios recientes sugieren que Kazajistán podría redirigir exportaciones clave de producción militar hacia los países de la OTAN en lugar de Rusia. Tal decisión representaría un duro golpe para la capacidad de Rusia de sostener su prolongada campaña militar en Ucrania y reflejaría la intención de Kazajistán de priorizar relaciones mejoradas con Occidente por encima de su alineación tradicional con Moscú. Analistas y círculos políticos rusos han expresado predeciblemente su indignación, calificando esta reorientación constante hacia Occidente como un acto de traición y una erosión de la posición tradicionalmente dominante de Rusia en los asuntos de seguridad de Asia Central.

Además, Kazajistán está mejorando gradualmente sus relaciones económicas y diplomáticas con la Unión Europea. Las conversaciones sobre la flexibilización de los controles de visado avanzan lentamente, pero simbolizan aún más el cambio de alineación de Kazajistán. Aunque el viaje completamente sin visado aún está lejos de concretarse, este diálogo indica una reorientación estratégica hacia la UE.

Asimismo, Kazajistán está explorando activamente rutas de exportación alternativas, como el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, que reduce significativamente su dependencia de Rusia para las exportaciones energéticas y podría brindarle acceso al mercado energético europeo a través de Turquía. Este movimiento no solo diversifica los lazos económicos de Kazajistán, sino que también debilita la influencia rusa en el mercado energético de Asia Central, históricamente una fuente vital de poder económico para Moscú.

En conjunto, el efecto acumulativo de estas acciones demuestra el creciente sentido de vulnerabilidad de Kazajistán debido a su proximidad con Rusia. Al observar el destino de Ucrania, Kazajistán parece decidido a evitar un escenario similar mediante el fortalecimiento de sus vínculos con Occidente. Esta reorientación estratégica refleja una tendencia regional más amplia, donde los miembros de la alianza tradicional rusa están reconsiderando su posición ante los crecientes temores de una agresión rusa. El giro cuidadoso pero decidido de Kazajistán hacia los países alineados con la OTAN representa un debilitamiento crucial de la red geopolítica de Rusia y pone de manifiesto una nueva era de incertidumbre y realineamiento en la política euroasiática.

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