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Rusia está impulsando conceptos de tanques controlados a distancia diseñados para mantener el blindaje en combate mientras se protege a las tripulaciones de las elevadas bajas de los asaltos directos. Las primeras pruebas ya sugieren que estas máquinas pronto pasarán a la práctica, pero la realidad muestra que probablemente se usarán de manera imprudente, lo que provocará un aumento aún mayor de las pérdidas de blindados rusos.

Recientemente, apareció material que muestra a Rusia probando un nuevo tanque no tripulado, ofreciendo la primera visión de cómo Rusia espera mantener su blindaje activo mientras limita las bajas de la tripulación. La idea es simple: en lugar de exponer directamente a las tripulaciones al peligro, los ingenieros rusos intentan adaptar los cascos de los T-72 y T-90 instalando sistemas de control remoto, descritos colectivamente bajo el proyecto Shturm.


En este concepto, un vehículo de mando separado coordina y dirige una o más plataformas modificadas, conectándolas mediante un sistema de control que transmite las instrucciones del operador a corta distancia. Los tanques modificados están equipados con varias cámaras y ópticas térmicas que transmiten imágenes en tiempo real al operador. Imágenes de fábrica de los prototipos han revelado modificaciones físicas adicionales, como hojas de bulldozer montadas en el chasis y cañones principales acortados, características que sugieren un diseño destinado a penetraciones a corta distancia en entornos urbanos densos, donde las tasas de supervivencia del blindaje tripulado han sido particularmente bajas.

Sobre el papel, la tecnología parece viable, pero en la práctica su factibilidad es dudosa. Actualmente, Rusia produce solo unas cien variantes nuevas de T-90 al año, una cifra que apenas compensa las enormes pérdidas en el frente, estimadas en más de 11.230 tanques destruidos desde el inicio de la guerra. Introducir modificaciones complejas de control remoto en la producción casi con seguridad reduciría aún más esta ya limitada salida, aumentando la presión sobre las fábricas encargadas de reponer las unidades de primera línea. Mientras tanto, las imágenes satelitales muestran que las reservas de Rusia se reducen constantemente; grandes cantidades de tanques más antiguos T-62 e incluso T-54-55 han sido trasladados desde depósitos como los de Buriatia y Arsenyev. Muchos llegan al frente con ópticas degradadas, motores desgastados y blindaje obsoleto que requiere una importante renovación, mientras que otros nunca abandonan los depósitos intactos y son desmantelados para obtener piezas de repuesto para mantener operativos los T-72 y T-80.

Aunque algunos de estos vehículos podrían convertirse en plataformas controladas a distancia, cada modificación reduce el número de tanques que podrían restaurarse para uso tripulado. Esto subraya la desesperación de Moscú por enviar máquinas en lugar de hombres, dado que cada vez menos reclutas están dispuestos a arriesgar lo que los soldados ucranianos llaman el “programa espacial ruso”, siendo literalmente volados de sus tanques.

Si se despliegan, estos vehículos cumplirían propósitos específicos en el campo de batalla; por ejemplo, podrían liderar asaltos a través de campos minados, abrir caminos entre escombros en ciudades densas o atraer deliberadamente el fuego enemigo en ataques frontales imprudentes. Las hojas de bulldozer y los cañones acortados visibles en los prototipos enfatizan este papel sacrificial de penetración, con la expectativa de que los comandantes envíen oleadas de tanques controlados a distancia para absorber los primeros impactos mientras el blindaje tripulado y la infantería avanzan detrás.

También podrían asignarse a tareas defensivas, como transportar suministros a través de terreno expuesto o llevar interferidores electrónicos a áreas disputadas. Sin embargo, el hecho de que sean no tripulados aumenta la probabilidad de que los comandantes los usen descuidadamente, lo que a su vez elevará aún más las pérdidas de blindados rusos.

No obstante, el nuevo sistema ruso ya muestra fallas serias, ya que sus enlaces de control remoto siguen siendo altamente vulnerables a interferencias, una debilidad que puede inutilizar toda la plataforma en entornos disputados. El campo de visión limitado de sus cámaras reduce aún más la conciencia situacional, haciendo que los operadores sean mucho más propensos a caer en emboscadas o trampas. Esto subraya tanto el potencial como las limitaciones de los sistemas no tripulados: estas máquinas pueden realizar una amplia gama de tareas de manera efectiva, pero se vuelven fáciles de neutralizar una vez que el enemigo detecta sus puntos débiles.

En general, los tanques controlados a distancia son una improvisación más que una revolución, aparecen solo en números limitados y se restringen a roles específicos. No pueden resolver los déficits de producción de Rusia ni las debilidades subyacentes de sus fuerzas blindadas, convirtiéndolos en una solución temporal en lugar de un avance. Su despliegue puede salvar algunas tripulaciones a corto plazo, pero acelerará el desgaste de la flota de vehículos y obligará a Ucrania a adaptarse con más activos de reconocimiento y guerra electrónica. La verdadera prueba será si Ucrania puede transformar estas máquinas de una amenaza potencial en otra vulnerabilidad rusa.

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