Hoy, la noticia más importante llega desde el flanco sur de Rusia.
Aquí, las fuerzas rusas fueron puestas en máxima alerta porque Armenia y Azerbaiyán, enemigos a lo largo de décadas de guerra, ahora se preparan para firmar un acuerdo de paz que podría transformar su frontera en disputa en una línea de vida conjunta para la seguridad. Esta alineación repentina no nace de la amistad, sino del enemigo común en que Rusia se ha convertido.

Recientemente, los presidentes de Azerbaiyán y Armenia se reunieron en Washington, donde firmaron un acuerdo preliminar que podría servir como base para un tratado de paz formal y definitivo entre ambas naciones. El memorándum establece el reconocimiento mutuo de la soberanía de cada uno, la renuncia a las reclamaciones territoriales, la desmilitarización de la frontera y la creación del Corredor de Zangezur que vincula a Azerbaiyán con su enclave en Armenia. El corredor de Zangezur permanecerá bajo soberanía armenia, pero será gestionado por una empresa militar privada dirigida por Estados Unidos para supervisar la construcción de líneas energéticas y redes viales, combinando el desarrollo de infraestructura con seguridad privada de un tercero. Para ambos países, esto representa la ruptura más significativa con décadas de hostilidad enquistada desde el inicio del conflicto de Nagorno-Karabaj.

Armenia y Azerbaiyán han luchado por la región de Nagorno-Karabaj y los distritos circundantes desde el colapso de la Unión Soviética, con dos guerras, una ofensiva unilateral y escaramuzas durante las últimas décadas que costaron decenas de miles de vidas y desplazaron comunidades enteras.

La disputa se centraba en el control de un enclave de mayoría armenia en Azerbaiyán, que declaró su independencia en 1991, y en un puente terrestre armenio con la república separatista tras su victoria en la guerra de Nagorno-Karabaj en 1992.

Las victorias de Azerbaiyán en 2020 y 2023 pusieron fin a la presencia militar armenia en la zona, disolviendo el enclave y devolviendo todos los territorios al control azerbaiyano. El nuevo acuerdo de paz cierra efectivamente este capítulo al codificar las fronteras y poner fin formalmente a la disputa territorial entre los dos países.

Para Armenia, el acuerdo supone un giro respecto a las fallidas garantías de seguridad rusas, de las que dependía a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y de la presencia de tropas rusas en Gyumri. Armenia observó cómo Rusia permanecía pasiva durante los conflictos de 2020 y 2023, incapaz de intervenir debido a su sobrecarga y al desgaste de recursos por la guerra en Ucrania. El temor es que, sin nuevos garantes, Armenia pueda enfrentar un escenario sirio, en el que fuerzas extranjeras aprovechen la distracción de Rusia en Ucrania.

Con tropas rusas ya desplegadas en la región, Armenia también teme una repetición del escenario georgiano, en el que las fuerzas rusas toman control directo de ciertas áreas para mantener al país bajo la órbita de Moscú. Al incorporar un corredor administrado por Estados Unidos en el marco de paz, Armenia obtiene una presencia disuasoria y un interés económico occidental.

Para Azerbaiyán, el acuerdo refleja la frustración con la reticencia de Moscú a tratarlo como un país plenamente independiente. Funcionarios rusos han cuestionado recientemente la soberanía de Azerbaiyán, y hechos como el ataque con misiles rusos contra su embajada en Kiev o el derribo de aviones azerbaiyanos en espacio aéreo ruso han reforzado la percepción de hostilidad.

Azerbaiyán también teme un escenario georgiano, con tropas rusas ya estacionadas a lo largo de la frontera bajo el pretexto de operaciones de paz. Al colocar el corredor de Zangezur bajo control estadounidense, Azerbaiyán obtiene tanto aislamiento estratégico como un vínculo directo con Turquía y otros aliados.

En conjunto, ambos países ven el acuerdo como un camino hacia la independencia militar y económica de Moscú, con el corredor ofreciendo ingresos previsibles por tránsito, integración en redes comerciales más amplias y lazos más estrechos con Occidente. En el plano militar, la retirada de las bases rusas en la frontera reducirá drásticamente la amenaza rusa para Azerbaiyán, al mismo tiempo que permitirá a Armenia exigir una retirada completa por su redundancia.

La empresa militar privada que gestione el corredor de Zangezur podría actuar como una fuerza de paz de facto, supervisando proyectos económicos y de infraestructura que beneficien tanto a Armenia como a Azerbaiyán. La ruta genera un interés compartido en la estabilidad, ya que cualquier interrupción dañaría las economías y reputaciones de ambas naciones, además de que los intereses económicos occidentales actuarían como garantías de seguridad contra operaciones militares a gran escala por parte de fuerzas externas. Esto es más que un apretón de manos simbólico entre antiguos enemigos; es una realineación estratégica que podría resolver una disputa de décadas y reconfigurar el equilibrio de poder en el Cáucaso Sur de una manera que Rusia no puede permitirse.

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