Hoy hay noticias interesantes desde la región del Mar Negro.
Aquí, tras debilitar las capacidades rusas de defensa aérea y vigilancia en Crimea y sus alrededores, los ucranianos comenzaron a usar nuevamente los drones Bayraktar. El letal dron suministrado por Turquía, que ganó reputación en los primeros meses de la guerra, está de nuevo en acción, destruyendo buques rusos y minando las operaciones rusas en el Mar Negro.

Los drones Bayraktar, fabricados en Turquía, han vuelto a cobrar protagonismo, ahora en uso para operaciones antinaval en el Mar Negro. Inicialmente, estos drones jugaron un papel clave al inicio de la guerra, cuando la defensa aérea rusa era escasa y poco preparada. A medida que Rusia amplió sus medidas defensivas para contrarrestar las amenazas aéreas, la relativamente grande firma radar del Bayraktar lo hizo vulnerable, lo que llevó a Ucrania a reducir significativamente su uso.


Sin embargo, ahora las condiciones han cambiado. Ucrania, en cooperación con Turquía, produce más de 120 Bayraktar anualmente en territorio nacional, aumentando las posibilidades de su despliegue. Imágenes recientes ilustran este regreso de manera vívida, con drones Bayraktar destruyendo múltiples buques rusos cerca de la punta de la bahía de Tendrivska, mientras las fuerzas enemigas intentaban desembarcar soldados en islas estratégicamente importantes.


La renovada ofensiva con Bayraktar complementa los esfuerzos más amplios de Ucrania en el Mar Negro, una zona que crece en importancia estratégica. Recientes ataques navales ucranianos con drones se dirigieron a plataformas petroleras controladas por Rusia, seguidos por movimientos de embarcaciones rápidas con el objetivo de capturar estas plataformas clave una vez despejadas de presencia rusa.

El control de estas plataformas tiene una profunda importancia táctica, permitiendo reconocimiento y vigilancia radar en profundidad sobre Crimea, controlada por Rusia, y potencialmente sirviendo como puntos de lanzamiento para futuras operaciones navales con drones. Las feroces batallas por estas plataformas reflejan su doble valor: estaciones ideales de monitoreo y retransmisión de señales para drones, como se ha demostrado recientemente.

Por eso, tanto Rusia como Ucrania disputan ferozmente estas plataformas, ya que el control sobre ellas cambia de manos con frecuencia.

Los aliados occidentales mantienen vuelos de vigilancia para apoyar la intensa estrategia naval ucraniana: notablemente, una aeronave británica de reconocimiento electrónico RC-135W patrulla el oeste de Crimea, anticipando un aumento de las operaciones ucranianas. El despliegue ucraniano de Bayraktars, que proveen inteligencia en tiempo real durante los ataques a las plataformas, complementa además las operaciones navales con drones. En respuesta, Rusia depende cada vez más de drones Lancet guiados por drones de reconocimiento ZALA para interceptar los drones navales ucranianos. Analistas rusos reconocen que este enfoque tiene limitaciones significativas, dada la agilidad de los botes drones ucranianos y la diversidad de cargas útiles que estos emplean ahora, incluyendo contramedidas de guerra electrónica y misiles de defensa aérea para derribar drones de ataque rusos y cazas.

Simultáneamente, el servicio de inteligencia militar ucraniano ha realizado operaciones de precisión para paralizar las defensas aéreas rusas en Crimea.

Ataques recientes se dirigieron a componentes esenciales del sofisticado sistema de misiles ruso S-400. Específicamente, los ucranianos destruyeron con éxito dos radares multifuncionales 92N2E de control de fuego, dos radares de vigilancia de largo alcance 91N6E, y un lanzador de misiles S-400. Esta operación reabrió efectivamente los cielos sobre el oeste de Crimea y el Mar Negro, permitiendo la renovada actividad de drones Bayraktar y otras operaciones aéreas.


Ucrania capitalizó rápidamente, tras la eliminación de estas defensas aéreas, atacando una base naval de fuerzas especiales rusas de alto valor en Chornomorske con dos misiles Neptune, causando daños extensos, según lo confirmado por imágenes disponibles.

Ante los ataques sostenidos ucranianos, la Flota del Mar Negro de Rusia ahora lucha por mantener su presencia. Temiendo más ataques con drones, los comandantes navales rusos ya habían reposicionado los buques de guerra restantes lejos de aguas en disputa, sacando sus activos navales de juego en esta guerra naval. Incluso los líderes militares rusos lo entienden, ya que imágenes recientes muestran cañones automáticos navales desmontados siendo instalados como posiciones defensivas fijas tipo torreta en tierra. Esta absurda estrategia subraya la precaria situación naval de Rusia. Además, estos cañones navales estacionarios, aunque poderosos, carecen de movilidad y ocultamiento, haciéndolos vulnerables a ataques con drones y bombas ucranianas, volviéndolos prácticamente inútiles militarmente en tierra.

En general, Ucrania sigue degradando sistemáticamente las capacidades militares rusas en el Mar Negro, enfocándose en plataformas petroleras de uso dual cruciales, que han formado un papel central en la estrategia naval de ambas partes. Esto refleja tácticas ucranianas previas de degradar primero las defensas aéreas rusas, lo que permite ataques más profundos y disruptivos en Crimea y más allá.

Al asegurar estas instalaciones en alta mar, Ucrania planea apoyar operaciones especiales más ambiciosas contra Crimea controlada por Rusia, posiblemente incluso variaciones de infiltraciones de comandos exitosas anteriores. Así, el renovado uso de drones Bayraktar por parte de Ucrania simboliza no solo una ventaja táctica recuperada, sino también una estrategia más amplia de reasegurar gradualmente la supremacía naval y preparar el terreno para operaciones futuras significativas en el aire y en tierra.

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