Hoy, llegan noticias interesantes desde la dirección de Toretsk.
Aquí, el mando ruso se vio obligado a conseguir una victoria para inspirar a sus tropas, así que decidió apostar por otra misión suicida. En una idea absurda, los rusos cruzaron los campos con banderas soviéticas, mientras los ucranianos simplemente los usaban como práctica de tiro.

En Toretsk y sus alrededores devastados por la guerra, el ejército ruso sigue enfrentándose a una dura resistencia y a grandes pérdidas. Meses de guerra de desgaste han dejado gran parte de la ciudad en ruinas, convirtiéndola en una zona gris, un área donde ninguna de las partes puede mantener un control estable. Ante estas condiciones, las fuerzas rusas han centrado cada vez más sus esfuerzos en rodear Toretsk, avanzando a través de asentamientos cercanos como Shcherbynivka y sus aglomeraciones adyacentes. El objetivo ruso: flanquear la ciudad y forzar su colapso desde los costados, tras fracasar en los intentos de tomarla frontalmente durante el último año.

Este cambio de estrategia se produce tras repetidos fracasos tácticos, especialmente en la propia Shcherbynivka. En ofensivas anteriores, la infantería rusa intentó tomar el área, pero unidades del Cuerpo Azov de Ucrania los expulsaron decisivamente.

Para los rusos, controlar esta zona no es opcional. Sin ello, no pueden esperar aislar a las fuerzas ucranianas dentro de Toretsk ni protegerse de las incursiones y misiones de fuego que siguen hostigándolos desde las afueras.

En el flanco norte de Toretsk, los anteriores asaltos en motocicleta fracasaron estrepitosamente, como quizás recuerdes de un informe previo. Los ucranianos respondieron recalibrando los campos de minas e integrando defensas en capas, neutralizando eficazmente la amenaza. Sin haber aprendido mucho de esos fracasos, los comandantes rusos dirigieron su atención al sur, con la esperanza de que esa zona —aún no atacada con motocicletas— ofreciera más posibilidades de éxito. Pero esta vez, buscaban algo más que un avance: lanzaron un asalto espectacular.

Lo que siguió fue un intento de guerra psicológica, diseñado para elevar la moral de las tropas rusas antes del inicio de su ofensiva de verano. Soldados rusos montaron motocicletas, cada una con grandes banderas rusas y soviéticas, mientras avanzaban. El movimiento era puro simbolismo, un intento aparente de filmar un avance triunfal por un sector disputado para levantar el ánimo y ofrecer "buenas noticias" al espacio informativo ruso. Pero en la práctica, esas banderas solo sirvieron para una cosa: hacer que los soldados asaltantes fueran blancos más grandes y visibles.


Imágenes geolocalizadas muestran a la fuerza de asalto avanzando inicialmente por una sola carretera antes de dividirse en dos columnas. Esta maniobra buscaba reducir la vulnerabilidad ante una sola emboscada, con la esperanza de que al menos un grupo llegara a su objetivo.

Pero los operadores de drones ucranianos ya estaban observando. Alerta y con experiencia, detectaron rápidamente a los atacantes, y los ucranianos ejecutaron una defensa en capas con brutal eficiencia. Primero abrió fuego la artillería ucraniana, seguida de ataques con drones FPV que persiguieron a las motocicletas por el terreno.

Otros drones flotaban sobre ellos, lanzando granadas sobre los soldados con una precisión milimétrica. Uno a uno, los jinetes fueron derribados de sus motocicletas, sus banderas cayendo junto a ellos en el polvo.


A pesar del bombardeo inicial, un pequeño número de motoristas logró escapar del primer ataque, arrastrándose hacia las ruinas de edificios cercanos con la esperanza de encontrar cobertura. Las fuerzas ucranianas respondieron con municiones de racimo, saturando los escondites con metralla. Simultáneamente, se desplegaron más drones, eliminando sistemáticamente a los rusos sobrevivientes.


Al final, los únicos restos del ataque fueron motocicletas en llamas y banderas rusas desgarradas a su alrededor.

Este asalto fallido, en lugar de ofrecer un espectáculo que elevara la moral de los soldados rusos que se preparan para renovar su ofensiva, se convirtió en una demostración visual de la supremacía ucraniana en el campo de batalla. En lugar de plantar banderas en posiciones ucranianas, los atacantes dejaron solo restos carbonizados y más pruebas de la incapacidad rusa de lograr avances significativos y de abandonar tácticas suicidas.

En general, la operación subraya la desesperación dentro del mando ruso. Sin éxitos territoriales que mostrar, apostaron por una victoria informativa, intentando construir una narrativa de impulso con banderas y teatralidad. Pero lo que obtuvieron fue un desastre captado en tiempo real: un asalto simbólico convertido en derrota simbólica. Al fracasar los comandantes rusos en lograr su victoria, los soldados rusos —y los sobrevivientes de los anteriores fracasos— ahora se preparan para lanzar una ofensiva de verano con las esperanzas aún más por los suelos.

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