Los gobiernos europeos preparan una ola de nacionalizaciones de las refinerías de petróleo rusas.
Las capitales europeas se enfrentan ahora a una decisión histórica: desmantelar la presencia energética restante de Rusia o afrontar las sanciones secundarias de Estados Unidos. Las últimas medidas estadounidenses han hecho que la cooperación con las subsidiarias petroleras rusas sea financieramente insostenible, obligando a los gobiernos a elegir entre el cumplimiento o una grave disrupción económica. Lo que comenzó con la retirada de Lukoil se ha convertido en un examen más amplio, en el que cada refinería, participación en oleoductos y red de distribución vinculada a Moscú está siendo reevaluada. Algunos estados se preparan para una nacionalización completa para garantizar la seguridad energética y evitar que la infraestructura crítica quede en un limbo legal. Otros buscan forzar ventas que mantengan las cadenas de suministro a la vez que eliminan la propiedad rusa. En cualquier caso, Europa entra en una nueva fase de su transformación energética, definida por la consolidación estratégica y no por la dependencia.

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