Cazas F-16 turcos cierran el espacio aéreo tras impactar múltiples drones rusos en la frontera de Turquía
Hoy, el equilibrio de seguridad en la región del mar Negro entra en una fase mucho más peligrosa. A medida que Rusia pierde libertad de acción en el mar debido a la presión ucraniana, empuja cada vez más las misiones de reconocimiento y la asunción de riesgos hacia el espacio aéreo de los Estados de la OTAN para compensar. Este cambio difumina la línea entre confrontación indirecta y provocación directa, poniendo a prueba hasta dónde están dispuestas a tolerar la actividad rusa las potencias regionales. Turquía, como guardiana del acceso al mar Negro y Estado con un apalancamiento único sobre el comercio ruso, se sitúa en el centro de esta escalada. A diferencia de las respuestas diplomáticas simbólicas, las herramientas de Ankara son inmediatas, físicas y económicamente devastadoras si se emplean. Lo que se desarrolla ahora tiene menos que ver con incidentes aislados de drones y más con si Rusia ha empezado a calcular mal los límites de la paciencia turca y el coste de cruzarlos.

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