Putin acaba con el plan de paz de USA, califica al gobierno ucraniano de ilegítimo y lanza una nueva ofensiva
En la fase final de una larga guerra, los movimientos militares ya no se centran únicamente en el territorio, sino en la influencia, la percepción y el momento político. Cada escalada cumple ahora un doble propósito: dar forma al campo de batalla y, al mismo tiempo, manipular la diplomacia, a los aliados y a la opinión pública. El esfuerzo bélico de Rusia, presionado por las pérdidas y la carga económica, depende cada vez más de la coerción, la movilización forzada y las demostraciones simbólicas de fuerza. Al mismo tiempo, los intentos internacionales de reabrir las negociaciones han creado un nuevo escenario de engaño, donde la apariencia de un compromiso puede resultar más útil que el propio compromiso. Para el Kremlin, la paz ya no es una solución, sino una amenaza para la estabilidad interna y la supervivencia del régimen. Por lo tanto, lo que se desarrolla en el este de Ucrania no debe entenderse como un último impulso por el territorio, sino como parte de una estrategia más amplia para controlar el futuro resultado político de la guerra.

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