Los partisanos ucranianos SACUDEN a Rusia desde Crimea hasta Moscú.
Una nueva fase de inestabilidad interna está surgiendo en los territorios controlados por Rusia, donde las redes clandestinas empiezan a influir el campo de batalla tanto como las fuerzas convencionales. El Kremlin enfrenta ahora presión no solo desde la línea del frente, sino también de un creciente conjunto de actores que operan en las sombras, atacando la logística, la infraestructura y la confianza de Rusia en su propia seguridad en la retaguardia. Lo que antes se consideraba sabotaje disperso está evolucionando hacia un patrón que complica la planificación militar y expone vulnerabilidades lejos de las zonas activas de combate. Los servicios de seguridad rusos se ven obligados a replantearse sus suposiciones sobre control, lealtad y la permeabilidad de su propio territorio. Cada acción encubierta —cerca del frente o en lo profundo de Rusia— suma a la sensación acumulativa de que la retaguardia ya no es un santuario. Este panorama cambiante impone nuevos costos estratégicos a Moscú y revela la creciente brecha entre sus afirmaciones de estabilidad y una realidad sobre el terreno cada vez más disputada.

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