Hoy, las noticias más importantes llegan desde el mar Caspio.
Aquí, Ucrania ha demostrado que la zona marítima más protegida de Rusia ya no está fuera de su alcance. Lo que comenzó como un bloqueo del mar Negro ha evolucionado ahora hacia una campaña capaz de inutilizar la logística, las plataformas y las fuentes de ingresos de Rusia en lo profundo de un territorio que Moscú antes consideraba intocable.

Los ataques en el mar Caspio no fueron incidentes aislados, sino una única operación escalonada diseñada para exponer la profundidad de la vulnerabilidad marítima rusa. Las Fuerzas de Operaciones Especiales de Ucrania, trabajando directamente con la red insurgente conocida como Black Spark, atacaron primero las barcazas Kompozitor Rakhmaninov y Askar-Saridja, embarcaciones utilizadas para transportar equipo y materiales militares a lo largo del sistema de rutas internas de Rusia. La inteligencia local proporcionada por los partisanos permitió una sincronización precisa y la selección de trayectorias de vuelo, lo que permitió a los drones alcanzar buques que Rusia asumía plenamente protegidos por la distancia y la geografía.

En paralelo, la unidad Alfa del SBU de Ucrania ejecutó una secuencia de ataques de largo alcance contra las plataformas offshore Filanovsky y Korchagin. Estas plataformas se sitúan en el corazón de la red de extracción de Lukoil en el norte del mar Caspio y, al ser golpeadas repetidamente durante el transcurso de una semana, Ucrania forzó el cierre de más de veinte pozos y dañó sistemas de control de presión fundamentales para la producción.

Lo que hace excepcional a esta operación es el ritmo, ya que cada ataque siguió al anterior en cuestión de días, colapsando la capacidad de Rusia para restaurar las operaciones antes de que cayera el siguiente golpe. El resultado no fue solo daño puntual, sino un deterioro acumulativo de las operaciones rusas, ya que Moscú se vio obligado a detener la actividad en plataformas que alimentan de combustible e ingresos a su economía meridional.

El efecto combinado de atacar barcazas e infraestructura de producción muestra un cambio en la doctrina ucraniana, ya que Ucrania ya no se limita a atacar objetivos militares aislados, sino las estructuras de apoyo que los rodean, así como las rutas de transporte, los nodos energéticos y los flujos financieros que los sostienen. El mar Caspio, durante mucho tiempo tratado como un lago interior seguro, se ha convertido en otra zona donde Rusia no puede proteger activos fijos ni buques de movimiento lento. Al elegir objetivos con valor tanto militar como económico, Ucrania expuso los límites de la postura de defensa aérea rusa y las vulnerabilidades de una red offshore que no puede dispersarse, retirarse ni reubicarse.

La llegada de Ucrania al mar Caspio es estratégicamente significativa porque socava una de las suposiciones fundamentales de Rusia: que la distancia equivale a seguridad. El mar Caspio no es solo un corredor para la logística interna, sino también una importante zona de extracción, con Rusia bombeando muy por encima de diez millones de toneladas de petróleo al año desde plataformas en estas aguas. Sin embargo, este volumen de producción es solo una parte de la importancia de la región: el Caspio ancla las rutas de transporte que conectan puertos del sur, reservas militares e infraestructuras energéticas que alimentan la economía rusa en general. Durante décadas, Moscú trató este cuerpo de agua como aislado del conflicto, defendido por la geografía y por fronteras compartidas con Estados que, por lo general, evitaban la confrontación.

La operación ucraniana elimina esa certeza, demostrando que los drones de largo alcance pueden eludir los puntos de estrangulamiento del Volga-Caspio, alcanzar plataformas en aguas profundas y atacar embarcaciones de bajo perfil utilizando datos de selección de objetivos generados por partisanos.

Esto también significa que Rusia debe ahora reforzar una región en la que sus fuerzas no esperaban combatir, tensando sistemas de defensa aérea ya bajo presión en el mar Negro, Crimea, el territorio continental y ahora el Caspio. Incluso un número modesto de drones ucranianos obliga a Rusia a redirigir recursos, reposicionar radares y desviar activos navales que nunca fueron diseñados para protegerse contra ataques de largo alcance. La operación también se alinea con recientes decisiones de Estados Unidos que permiten a Ucrania atacar la logística petrolera global de Rusia, incluida la flota en la sombra en aguas internacionales. Los ataques en el Caspio encajan en este patrón emergente, ya que Ucrania está golpeando la infraestructura que sostiene los ingresos y la red de distribución interna de Rusia, y no solo su marina o depósitos costeros.

En conjunto, los ataques en el Caspio marcan un punto de inflexión en la campaña de largo alcance de Ucrania. Rusia debe ahora defender no solo el mar Negro, sino también la base interior que sostiene sus exportaciones energéticas y su logística militar, extendiendo su red de defensa aérea a una geografía aún más amplia. El cierre de plataformas, la inutilización de barcazas y la exposición de rutas internas eliminan la sensación de profundidad estratégica en la que Rusia confiaba. Si Ucrania mantiene esta presión, la retaguardia protegida de Moscú se convertirá en otro frente disputado, obligando a Rusia a elegir entre defender su litoral o salvaguardar los sistemas energéticos que financian su guerra.


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