Recientemente, una escalada en Cachemira ha obligado a la India a reevaluar su postura regional. Mientras que Nueva Delhi previamente había seguido una estrategia de contención e integración, la nueva crisis ha empujado el conflicto con Pakistán a una fase más volátil.
El objetivo de la India es reforzar su control territorial sobre Jammu y Cachemira y disuadir la inestabilidad futura mediante una preparación militar sostenida. A nivel estratégico, la India busca prevenir la influencia externa, particularmente de Pakistán, en la configuración de los resultados regionales. Esto incluye mantener la integración política tras la revocación del Artículo 370 y garantizar que el estatus de la región siga siendo un asunto interno aislado de la mediación internacional. La razón por la cual la India busca lograr este objetivo se basa en décadas de conflicto sobre la soberanía territorial con Pakistán.

En el pasado, ambos países han reclamado la región en su totalidad, pero la controlan parcialmente. India considera que el apoyo de Pakistán a la población musulmana de Cachemira, incluyendo la defensa política, la presión diplomática y, en ocasiones, el apoyo encubierto a grupos armados, es un desafío directo a su soberanía. En el terreno, este apoyo ha encontrado simpatía entre segmentos de la población cachemir, particularmente aquellos con vínculos familiares y culturales con Pakistán. La preocupación de Nueva Delhi es que el objetivo estratégico de Pakistán siga siendo el mismo: internacionalizar el conflicto de Cachemira y, eventualmente, alterar el statu quo mediante presión persistente. Si no se aborda, esta dinámica podría socavar el control a largo plazo de la India sobre la región y amenazar sus alianzas nacionales.


En los últimos años, la India se ha centrado en reforzar el control administrativo y expandir su presencia en la lucha contra la insurgencia para lograr este objetivo. Las operaciones militares se intensificaron en áreas como Pulwama y Baramulla, con un aumento en el despliegue de drones de vigilancia y unidades de inteligencia de señales.

La Agencia Nacional de Investigación (NIA) intensificó su lucha contra redes sospechosas de facilitar el movimiento transfronterizo y el financiamiento ilícito. Al mismo tiempo, India invirtió en proyectos de infraestructura para reforzar su presencia y ofrecer incentivos económicos para estabilizar la región. Los esfuerzos diplomáticos se dirigieron a contrarrestar el alcance de Pakistán en foros como la Organización de Cooperación Islámica, y Nueva Delhi reafirmó su posición de que Cachemira sigue siendo una parte integral de la India. El resultado de estas acciones fue un statu quo frágil pero mantenido, que evitó el conflicto abierto, pero no resolvió las tensiones subyacentes.


Aunque el entorno de seguridad había mejorado temporalmente, los disturbios persistían en algunos puntos y los incidentes en la Línea de Control continuaban siendo frecuentes.

Pakistán siguió afirmando su reclamación de manera diplomática y militar, con los líderes políticos reiterando su apoyo a los cachemiros y elevando ocasionalmente la retórica durante periodos de tensión doméstica o regional. A pesar de los diálogos de "canal de regreso", no hubo avances significativos. Las operaciones de la India lograron reducir la infiltración y limitar las confrontaciones visibles, pero no rompieron el estancamiento.

Esto cambió con un reciente ataque en Cachemira, que marcó un punto de inflexión al reactivar el espectro completo del conflicto bilateral. Antes del ataque, la India veía su postura como estable, aunque imperfecta. El incidente, sin embargo, provocó una revisión.


Desde la perspectiva de Nueva Delhi, el evento indicó que Pakistán, ya sea directamente o a través de redes, seguía comprometido a influir en los acontecimientos en Cachemira.

Este cambio dio a la India mayor libertad para llevar a cabo operaciones transfronterizas y afirmar su control político sobre las áreas en disputa, pero también corría el riesgo de provocar una represalia más amplia por parte de Pakistán y un escrutinio internacional que podría limitar la influencia a largo plazo de Nueva Delhi.
Ahora, la India tenía la oportunidad política para intensificar su respuesta militar y diplomática. También había un impulso para revisar acuerdos de larga data, incluido el Tratado de Aguas del Indo, como palanca. Pero este cambio también trajo consigo problemas. La intensificación de las operaciones podría alienar a la población local y atraer atención internacional.

Además, la capacidad de Pakistán para responder mediante canales diplomáticos, medios asimétricos, señales militares o incluso acción nuclear representaba una amenaza renovada de escalada a lo largo de la Línea de Control.
La respuesta de la India se ha centrado en demostrar resolución militar mientras mantiene una calibración estratégica. Se han rotado fuerzas adicionales hacia zonas sensibles, y se ha reforzado la coordinación de seguridad a nivel de alto mando entre el ejército, la inteligencia y las unidades paramilitares. La vigilancia a lo largo de la Línea de Control se ha expandido y se han fortalecido las medidas contra la infiltración. Nueva Delhi también ha escalado su retórica en torno al Tratado de Aguas del Indo, con funcionarios insinuando la posibilidad de revisar las normas de reparto de aguas como parte de una estrategia más amplia. A nivel internacional, la India ha buscado consolidar el apoyo diplomático de aliados clave, presentando sus acciones como necesarias para la seguridad nacional y la estabilidad regional. Aunque persisten los riesgos de escalada, Nueva Delhi está intentando moldear un nuevo equilibrio, uno en el que se restablezca la disuasión y el estatus político de Cachemira ya no esté en disputa.

En general, la estrategia de la India ha entrado en una fase más asertiva, definida por la toma de control, la disuasión y las señales estratégicas. La reciente escalada ha revelado los límites de la gestión de baja intensidad y ha obligado a Nueva Delhi a confrontar la persistente rivalidad estratégica con Pakistán. En este paisaje de seguridad en evolución, la India busca afianzar el control mientras contiene las consecuencias más amplias de una crisis que sigue siendo una de las más volátiles de la región.

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