Hoy, las noticias más importantes provienen de la Federación Rusa.
Aquí, Rusia enfrenta una escasez de divisas que se deteriora rápidamente, ya que la caída de los ingresos petroleros y la fuerte presión sobre su sistema de exportación reducen profundamente sus reservas. En respuesta, Moscú está reintroduciendo el trueque en el comercio exterior, reviviendo prácticas económicas de la Edad de Piedra y tácticas de colapso económico postsoviético en un esfuerzo desesperado por mantener el flujo de importaciones.

En las últimas semanas, medios internacionales de gran relevancia, incluidos Reuters, El País y Kyiv Independent, han confirmado que Rusia ha reintroducido el trueque para el comercio internacional. Los acuerdos reportados implican intercambiar productos como trigo y lino por automóviles chinos, materiales de construcción y electrodomésticos, con al menos ocho transacciones documentadas hasta el momento.

Estos arreglos son detallados y formales, más que improvisados. Cuentan con el respaldo de una guía de 14 páginas emitida por el Ministerio de Economía ruso que instruye a las empresas sobre cómo estructurar contratos de bienes por bienes, eludir los canales bancarios y liquidar el valor mediante envíos físicos en lugar de dinero.

La razón por la que Rusia hace esto ahora radica en la crisis de ingresos petroleros que está transformando el panorama económico del país, ya que la caída de los ingresos por petróleo se traduce directamente en una escasez de las divisas duras que Rusia necesita para pagar las importaciones. Durante los últimos meses, los envíos de crudo por vía marítima a través de puertos clave como Primorsk y Ust-Luga han caído drásticamente, con Primorsk pasando de sus habituales nueve o diez petroleros por semana a solo tres, y Ust-Luga de alrededor de doce o trece petroleros a siete u ocho. Las restricciones estadounidenses sobre la flota fantasma rusa han reducido el número de petroleros disponibles y han limitado aún más la capacidad de exportación. Además, el crudo Urals se cotiza con descuentos pronunciados de más de veinte dólares por debajo del Brent, ampliando aún más la brecha de ingresos de Rusia.

Con los precios mundiales del petróleo cayendo a alrededor de 63 dólares por barril para el Brent y aproximadamente 58 dólares para el WTI, a medida que los mercados anticipan la posibilidad de un alto el fuego en Ucrania, las ganancias netas por barril de Rusia han disminuido aún más. Este descenso, junto con menores volúmenes de exportación y mayores descuentos del Urals, ha dejado al gobierno con ingresos por petróleo y gas aproximadamente un 35 % inferiores interanual en noviembre y más de un 20 % más bajos en los primeros once meses del año.

A medida que estos ingresos disminuyen, los bancos dentro y fuera de Rusia se muestran más reacios a procesar pagos vinculados al país, y muchos socios extranjeros se niegan a aceptar rublos debido a los límites de convertibilidad y al riesgo de que mantener activos rusos los exponga a sanciones o a un escrutinio financiero futuro. Esta combinación de ingresos petroleros débiles y acceso limitado a la infraestructura financiera global crea una situación en la que Rusia lucha por pagar importaciones incluso cuando quiere, porque las divisas que necesita son más escasas, más difíciles de transferir y más vigiladas. Los pagos monetarios transfronterizos se canalizan cada vez más a través de vías que implican un mayor riesgo de cumplimiento para los bancos extranjeros, y las restricciones rápidas, las reservas parcialmente congeladas y la creciente precaución de los bancos asiáticos dificultan mover grandes sumas sin retrasos o riesgos.

En estas condiciones, el trueque se convierte en la alternativa práctica más simple, porque intercambiar productos directamente por automóviles, maquinaria o suministros industriales evita los flujos monetarios que apuntan las sanciones y se basa en activos que Rusia aún controla. El trueque también ayuda a Rusia a preservar relaciones comerciales que probablemente perdería bajo condiciones de pago normales, ya que los socios pueden aceptar productos sin manejar rublos ni navegar transferencias de divisas de alto riesgo. Al depender de intercambios de bienes como último recurso, las empresas rusas pueden mantener el movimiento de importaciones críticas incluso cuando el sistema financiero que las rodea se vuelve demasiado restringido para que las transacciones convencionales funcionen.

En general, el regreso de Rusia al trueque debe verse como una respuesta a la creciente presión sobre su fuente principal de ingresos en divisas, más que como una forma innovadora de resiliencia económica. A medida que caen los ingresos petroleros y se vuelve más difícil obtener dólares y euros utilizables, el país se ve empujado a liquidar el comercio mediante productos en lugar de efectivo, aunque el trueque sea más lento, menos eficiente y deje a Rusia más expuesta frente a socios más fuertes. Este cambio refleja un retiro más amplio del sistema financiero global y una inclinación hacia intercambios abstractos y de baja productividad que elevan los costos y debilitan su posición de negociación. Si las tendencias actuales continúan, el comercio exterior ruso dependerá cada vez más del trueque y de otros mecanismos de baja visibilidad, obligándolo a confiar en transacciones más difíciles de valorar, más susceptibles de explotación y fundamentalmente menos efectivas que los sistemas monetarios utilizados en el comercio internacional normal.


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