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Aquí, el mayor productor de tanques de Rusia ha iniciado despidos masivos, un giro sorprendente para una nación que afirma estar construyendo una economía de guerra capaz de superar en producción a Ucrania y Occidente. Esta medida señala una profunda tensión en el corazón de la industria de defensa rusa y genera dudas sobre cuánto tiempo podrá mantener la producción a gran escala.

El principal fabricante de tanques de Rusia, Ural-vagon-zavod, ha anunciado despidos de aproximadamente el diez por ciento de su fuerza laboral y la congelación de nuevas contrataciones hasta febrero, con algunas divisiones internas que, según se informa, pierden hasta la mitad de su personal. Los recortes van mucho más allá de un simple reajuste administrativo, ya que fuentes internas citan una combinación de factores paralizantes: sanciones que bloquean la importación de ópticas y sistemas de control de fuego occidentales, agotamiento de piezas de repuesto almacenadas y pagos estatales retrasados por contratos en curso. La compañía ya se encuentra retrasada en las entregas de los tanques T-90M y T-72B3, con la actividad de los talleres reducida casi en un 33% en comparación con el invierno pasado. Es una reacción en cadena: sin componentes extranjeros, las modernizaciones se estancan; sin modernizaciones, los contratos disminuyen; y sin nuevos contratos, divisiones enteras comienzan a cerrar.

Las consecuencias van mucho más allá de una sola fábrica, ya que Ural-vagon-zavod construye y repara la mayoría de los tanques principales de Rusia, incluidos los T-90M y la serie T-72, que conforman casi el 80 por ciento de su flota blindada activa. Incluso una reducción modesta del diez por ciento del personal podría significar entre 25 y 30 tanques menos reparados o producidos cada mes, lo suficiente para reducir la disponibilidad en el frente en cientos durante un solo año.

Los despidos reportados del 50 por ciento en algunas divisiones llevarían la producción a niveles anteriores a la guerra, borrando dos años de movilización industrial. Rusia ya ha estado perdiendo vehículos blindados más rápido de lo que puede reemplazarlos. Lo que cambia ahora es que pierden completamente la capacidad de reconstruir reservas para asaltos masivos.

Los despidos también destacan un problema en el núcleo de la economía de guerra rusa, ya que Moscú carece de casi 5 millones de trabajadores en sectores clave, según estimaciones oficiales, y las plantas de defensa son de las más afectadas. Soldadores, mecánicos e ingenieros calificados han sido reclutados o han huido al extranjero, mientras que los que permanecen están envejeciendo y sobrecargados de trabajo, sin que Rusia tenga suficientes personas para cubrir la demanda elevada. Regiones industriales enteras, desde Nizhny Tagil hasta Ufa, ahora ofrecen bonificaciones salariales del 40 al 60 por ciento y aun así no logran cubrir las vacantes. El hecho de que Ural-vagon-zavod esté recortando empleos en lugar de acumularlos demuestra que el problema no es la mano de obra, sino los recursos: una señal de alerta mayor, que indica que el sistema de producción ruso se está quedando sin dinero y sin metal.

La planta puede tener trabajadores, pero sin electrónica importada, aleaciones de alta calidad o maquinaria occidental, esos trabajadores tienen poco que construir. A medida que las sanciones continúan haciendo efecto, el costo de las piezas de repuesto y componentes extranjeros se ha disparado, obligando a las fábricas a detener líneas de producción que ya no pueden permitirse operar. En muchos casos, los despidos son una forma disfrazada de cierre, una manera de congelar la actividad silenciosamente sin admitir la bancarrota.

El mismo patrón se está repitiendo en otros lugares, como en Tula y Briansk, donde las plantas de armas pequeñas y componentes han detenido la producción varios días a la semana debido a la falta de piezas y contratos impagos. Los trabajadores en Izhevsk reportan retrasos salariales de hasta dos meses. Las fábricas de municiones en los Urales, que antes operaban en turnos de 24 horas, ahora reducen a dos. Incluso el sector aeroespacial, tradicionalmente priorizado para financiamiento, está posponiendo la entrega de motores para drones y misiles de crucero debido a la escasez de aleaciones. La economía de guerra, antes sobrecalentada, se enfría visiblemente, mostrando lo que ocurre cuando la ambición política supera la capacidad industrial.

La desaceleración en un sector se transmite a otros, ya que menos acero significa menos cascos de tanques, menos motores detienen las líneas de ensamblaje y menos sistemas ópticos producen tanques incompletos. La industria de defensa rusa está interconectada, por lo que un fallo en cualquier fábrica importante se propaga a lo largo de toda la cadena de suministro. Los recortes de Ural-vagon-zavod, por lo tanto, sugieren una crisis de producción más amplia, que ningún decreto de horas extra forzadas puede solucionar.

En general, los despidos en Ural-vagon-zavod no son solo una nota económica; son una señal de alerta de que la máquina industrial de guerra rusa está alcanzando sus límites. Lo que comenzó como un auge de movilización se está convirtiendo en una contracción impulsada por el agotamiento, la escasez y la sobreextensión. Para Ucrania y sus aliados, esta es una apertura estratégica; una industria rusa debilitada no puede sostener una guerra de desgaste prolongada.

El Kremlin puede ordenar nuevas ofensivas, pero si no puede decretar nuevas fábricas ni resucitar una fuerza laboral que ya no existe, los tanques pueden seguir rodando por ahora, pero detrás del frente, el motor que los fabrica está comenzando a fallar.


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