Hoy llega la noticia más importante desde Ucrania.
Durante más de un año, Rusia ha estado librando una guerra de desgaste, buscando mantener un ritmo constante de avance mientras desgasta a Ucrania. Sin embargo, a medida que continúan las batallas intensas, un número creciente de analistas sostiene que Ucrania se ha adaptado de manera más efectiva a esta forma de guerra y que ahora podría estar ganando ventaja en la guerra de desgaste.

En los sectores oriental y meridional, el campo de batalla muestra un cambio sutil pero decisivo en el impulso. Rusia sigue atacando en múltiples frentes, pero ya no puede sostener el ritmo ni la escala de operaciones necesarios para un avance decisivo. Su ofensiva, antaño centrada en blindados, se ha erosionado hasta convertirse en asaltos de infiltración basados en infantería, una señal de reservas de blindados agotadas, pérdidas crecientes y capacidad vacilante para mantener el ritmo de avance. Aunque las fuerzas rusas todavía conservan la iniciativa en muchas partes del teatro, sus avances se han reducido a apenas cientos de metros por semana, mientras Ucrania ha comenzado incluso a recuperar terreno de manera decisiva alrededor de Sumy y Dobropillia. Cada esfuerzo de asalto ruso consume enormes cantidades de mano de obra y munición por una ganancia territorial mínima, creando un patrón claro de erosión en lugar de expansión y subrayando que la capacidad ofensiva rusa se está desgastando más rápido que la capacidad ucraniana de defensa.

Este patrón refleja la evolución de la guerra hacia un concurso de resistencia más que de expansión territorial. El ex comandante en jefe Valerii Zaluzhnyi, ahora embajador en el Reino Unido, describió el frente como un “campo de batalla disperso y posicional” moldeado por el dominio de los drones, que hacen que las maniobras grandes sean peligrosas. La actividad de drones rusos ha obligado a Ucrania a fragmentarse en unidades más pequeñas y autónomas que se mueven con agilidad y mantienen mínimas firmas electrónicas, evitando grandes transmisiones por radio, emisiones de calor y patrones de movimiento concentrados que podrían ser detectados por drones de reconocimiento rusos o sistemas de inteligencia electrónica.

La estructura dispersa se ha vuelto central para la resiliencia de Ucrania. Al depender de unidades semiindependientes, Ucrania reduce la vulnerabilidad a la artillería y al reconocimiento mientras preserva la iniciativa local. Estos grupos más pequeños pueden reposicionarse rápidamente, explotar debilidades y ejecutar ataques focalizados sin revelar grandes concentraciones de fuerza. Con el tiempo, este sistema ha permitido a Ucrania conservar fuerza de combate frente a un adversario numéricamente superior, imponer fricción constante y obligar a Rusia a pagar caro por cada metro de terreno disputado.

Apoyando esto sobre el terreno está la adopción por parte de Ucrania de la guerra centrada en drones, que ha transformado todo el entorno operacional. Lo que comenzó como una improvisación ha evolucionado hacia un sistema aéreo coordinado. A nivel táctico, los drones de vista en primera persona ahora actúan como artillería de precisión, destruyendo vehículos, depósitos de municiones y concentraciones de tropas con un costo mínimo.


A nivel estratégico, los drones de largo alcance atacan instalaciones de combustible, puestos de mando, vías férreas y depósitos de municiones en el interior del territorio ruso, degradando las redes de suministro y obligando a Rusia a desviar recursos hacia la defensa aérea. Esto marca un cambio deliberado hacia el desgaste que apunta a la profundidad del enemigo además de su frente inmediato.


La adaptación tecnológica define esta fase de la guerra. Rusia continúa desarrollando drones autónomos y asistidos por IA capaces de operar más allá del control por radio, reduciendo la vulnerabilidad a interferencias ucranianas. Ucrania, a su vez, ha invertido en comunicaciones endurecidas, sistemas de control redundantes y rutas de vuelo autónomas para mantener operaciones en condiciones electromagnéticas disputadas.

La superioridad aérea ha dado paso a la superioridad de drones, creando un duelo constante por la conciencia situacional y la supervivencia. La ventaja ahora recae en el lado que pueda producir y adaptarse más rápido, y Ucrania ha demostrado una ingeniosidad excepcional para mantener este ritmo a pesar de recursos limitados y escasas ventajas tecnológicas rusas, como en los drones de fibra óptica específicamente.

Junto con la innovación aérea y electrónica, Ucrania emplea cada vez más vehículos terrestres no tripulados para logística, reconocimiento y asaltos. Estas máquinas reabastecen posiciones avanzadas, entregan explosivos y realizan tareas de alto riesgo que de otro modo pondrían en peligro la vida de los soldados.

En conjunto, el desgaste no es en última instancia un concurso de territorio sino de tiempo, producción, adaptabilidad y resistencia humana. La estrategia de Ucrania de dispersión, mando autónomo, integración de drones y ataques logísticos profundos está desplazando gradualmente estos factores a su favor. Aunque Rusia conserva la superioridad numérica, sus ganancias incrementales ya no pueden compensar la acelerada tasa de pérdidas materiales y de personal que sufre. Si las tendencias actuales continúan, el resultado de la guerra probablemente no surgirá de un avance dramático, sino del agotamiento gradual de la capacidad rusa y la creciente habilidad de Ucrania para hacer que el enemigo gaste mucho más de lo que puede permitirse perder.


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