Recientemente, la capacidad de Ucrania para mantener la línea ha mejorado gracias a defensas en capas y una mejor coordinación. Pero mantener la línea no es suficiente; neutralizar la ofensiva implica atacar la logística rusa antes incluso de que comiencen los asaltos.

Si las fuerzas rusas están bien alimentadas, armadas y rotadas, pueden seguir avanzando, sin importar cuántos hombres pierdan. Pero cuando se agotan los suministros, los ataques se debilitan, el impulso se frena y las posiciones ucranianas dejan de verse sobrepasadas.

Esto no es solo una teoría; ya se ha demostrado. En Jersón, los ataques ucranianos a los puentes del Dniéper y a las líneas de ferry forzaron una retirada rusa. En Kursk, los ataques con drones a las líneas logísticas ucranianas obligaron a las unidades ucranianas a retirarse de la región. Y alrededor de Pokrovsk, las unidades bajo el mando del general Drapaty interrumpieron los despliegues rusos con ataques coordinados a las zonas de concentración y a los movimientos hacia el frente.

Cada caso destaca el mismo principio: el desgaste logístico reduce la capacidad de combate antes de que llegue al campo de batalla, obligando a detener operaciones mucho más grandes.

Aun así, convertir esto en una guerra logística real requiere más que tecnología o doctrina. Hace falta establecer prioridades y explotar los puntos críticos. La logística rusa parte de grandes depósitos de municiones y bases militares concentradas, desde donde los suministros se trasladan por ferrocarril a depósitos y bases más cercanos al frente. Desde allí, los suministros se distribuyen cada vez más cerca de la línea de contacto, hasta que las armas y municiones se emplean directamente en combate. En otras palabras, el sistema ruso es grande pero vulnerable: depende de cuellos de botella ferroviarios, centros de acopio expuestos y largas caravanas de camiones que se extienden desde bases en Bélgorod, Vorónezh y Rostov.

Estos recursos no son infinitos. Si Ucrania puede destruir centros clave y líneas de transporte, como los ferrocarriles, antes de que empiecen las ofensivas, el resultado será menos suministros, menos blindados y rotaciones más lentas. Incluso si Rusia compensa esto redirigiendo los envíos, eso requiere tiempo, durante el cual se ralentiza el ritmo ofensivo, justo lo que Ucrania necesita para reforzar y rotar sus fuerzas. No se trata de una interrupción total, sino de lograr que cada batallón ruso que llegue al frente sea un poco más pequeño, más débil y más fácil de destruir.

La fase final, y más devastadora, apunta directamente al frente, a las rutas de suministro clave cuando las fuerzas rusas se acercan a la línea de contacto. En Pokrovsk, por ejemplo, los drones ucranianos convirtieron tramos de 300 a 500 metros de asfalto en carreteras de la muerte, con docenas de vehículos calcinados y cientos de cadáveres esparcidos por los accesos, aún a kilómetros de distancia de las posiciones ucranianas. Interrumpir los convoyes de suministros en esa etapa final niega refuerzos y municiones en el momento más crítico, asegurando que los ataques lleguen mal equipados y sean mucho menos eficaces.

Ahora mismo, esa misma oportunidad existe, pero aún no se está utilizando a gran escala. Las unidades de drones y sabotaje ucranianas atacan depósitos de combustible, nodos ferroviarios y grandes centros de almacenamiento cada semana. De Bélgorod a Donetsk, decenas de ataques han ralentizado las entregas y forzado redirecciones de emergencia.


El nombramiento de Robert Brovdi, excomandante de los Pájaros de Magyar, como jefe de las Fuerzas de Sistemas No Tripulados de Ucrania, marca un punto de inflexión: planea integrar las unidades de drones bajo un mando estratégico, incorporarlas al proyecto general de la “Línea de Drones” y priorizar los ataques logísticos hasta 15 km detrás de las líneas enemigas. Ha declarado abiertamente su objetivo de vincular los drones a una estructura de mando unificada.


Esta iniciativa se superpone con el programa “Línea de Drones” de Ucrania, que busca fusionar el seguimiento en tiempo real de los drones con ataques de artillería y fuerzas terrestres para golpear los movimientos rusos hasta 15 kilómetros detrás del frente.

Ya hay señales de que este enfoque funciona. En las últimas semanas, los drones ucranianos han golpeado depósitos de suministros en la ocupada Horlivka, incendiado una locomotora rusa cerca de Bélgorod y desactivado tramos ferroviarios en las regiones de Sumy y Járkiv. En Pokrovsk, los FPV y la artillería ucranianos detienen regularmente a soldados y equipos enemigos antes incluso de que puedan ser descargados. La munición, los vehículos de reemplazo y la rotación de tropas están siendo cada vez más vulnerables. Ahí es donde debe centrarse una verdadera campaña.

En definitiva, las defensas ucranianas pueden resistir en el frente, pero solo si disminuye el ritmo de los ataques rusos. Y la única manera fiable de reducir ese ritmo es destruyendo las cadenas de suministro que permiten que esos ataques ocurran. Ucrania no necesita dejar sin suministros a cada unidad rusa. Solo necesita golpear rápido, con inteligencia, y seguir golpeando hasta que la fuerza ofensiva deje de ser abrumadora. El camino hacia la victoria pasa por estaciones de tren, rutas de camiones y zonas de concentración, no solo por trincheras.

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