Rusia fue a la guerra mal informada y sin preparación, dice un alto comandante

Dec 26, 2025
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Hoy, las noticias más importantes llegan desde Rusia.

Rusia entró en su invasión a gran escala esperando rapidez y un camino predecible hacia la victoria, convencida de que su estructura militar y su panorama de inteligencia garantizarían el éxito. Sin embargo, lo que surgió fue un campo de batalla marcado por errores de cálculo, falta de preparación y una resistencia inesperada, una realidad que los funcionarios rusos se habían mostrado reacios a admitir públicamente.

En una declaración reciente, el ex comandante de las Fuerzas Terrestres, Vladímir Chirkin, reconoció la magnitud del error de cálculo detrás de la campaña, ofreciendo una de las confesiones más claras sobre lo defectuosas que fueron las suposiciones del Kremlin. Las palabras de Chirkin destacan porque los funcionarios rusos rara vez hablan con tanta franqueza o contradicen la narrativa estatal. Afirmó directamente que Rusia fue a la guerra sin preparación y mal informada, describiendo la invasión como un gran error estratégico moldeado por una inteligencia que ahora califica de fantasiosa.

Según él, a los líderes superiores se les dijo que alrededor del 70 % de los ucranianos apoyaría a un gobierno prorruso y que recibiría o al menos toleraría el avance de las fuerzas rusas. Chirkin afirma que la realidad fue exactamente la opuesta y describe esta mala lectura como uno de los errores decisivos que desviaron toda la campaña desde el principio.

Por esta razón, dijo que daría a todos los servicios de inteligencia rusos una calificación de suspenso, ya que los asesores repitieron lo que los líderes políticos querían escuchar. Esta comprensión distorsionada dejó a Moscú convencido de que la resistencia sería limitada, de que Kyiv se fracturaría bajo presión y de que la reacción occidental sería lenta o meramente simbólica.

Los comentarios de Chirkin revelan que la preparación para la invasión reflejó exceso de confianza más que una planificación rigurosa. Recuerda que muchos en Rusia creían que la guerra duraría tres días, y afirma que esta atmósfera moldeó todo el enfoque adoptado en febrero de 2022.

Rusia se centró en un avance rápido hacia Kyiv, asumiendo que las fuerzas ucranianas se desintegrarían tras el impacto inicial. Señala que Rusia volvió a entrar en el conflicto sin preparación, debido a problemas estructurales que habían persistido desde guerras anteriores.

Estos incluyen lo que él denomina el síndrome de Tiflis, en el que los oficiales dudan en actuar sin una orden explícita. Esta rigidez contribuyó directamente a respuestas lentas, oportunidades perdidas y confusión durante la fase inicial. Chirkin sugiere que los líderes superiores creían que la presión psicológica, las maniobras rápidas y el dominio del relato serían suficientes, lo que explica por qué la profundidad logística, las líneas de suministro protegidas y las estructuras de contingencia recibieron poca atención. El ejército se preparó para una operación breve y espectacular porque estaba convencido de que un combate prolongado era casi imposible.

Los comentarios de Chirkin aclaran que el núcleo del plan descansaba en suposiciones tratadas como hechos, como que el liderazgo político ucraniano se fragmentaría bajo presión, y que estas creencias se arraigaron dentro de los círculos de planificación rusos. Otras suposiciones eran que la mayoría de los ucranianos evitaría la resistencia activa y que los gobiernos occidentales tardarían en movilizar una respuesta significativa. Los informes de inteligencia reforzaron esta visión al presentar la moral ucraniana como frágil y a las fuerzas armadas como no preparadas para una defensa coordinada.

Añade que los líderes superiores creían que la velocidad por sí sola crearía una sensación de inevitabilidad, desalentando la movilización. Esta creencia impulsó la decisión de empujar formaciones blindadas profundamente en territorio ucraniano a lo largo de rutas estrechas y con protección mínima. Chirkin deja claro que las expectativas políticas moldearon el diseño militar y que nadie consideró seriamente que Ucrania pudiera recuperarse de un primer golpe y contraatacar de manera eficaz.

Las declaraciones de Chirkin arrojan luz sobre cómo estas suposiciones colapsaron junto con el plan ofensivo, una vez que la resistencia ucraniana se mantuvo y los funcionarios en Kyiv permanecieron en sus puestos.

Reconoce que Rusia no tenía una opción de respaldo significativa y que, como resultado, la logística colapsó casi de inmediato. Largos convoyes se detuvieron porque las rutas de suministro estaban sobreextendidas y bajo ataque, y las unidades esperaban órdenes que nunca llegaron debido a la inercia del mando.

También señala que la narrativa presentada tras la retirada de Kyiv, descrita por el liderazgo ruso como un gesto de buena voluntad, buscó ocultar un revés militar. El relato de Chirkin confirma lo que los observadores ya habían señalado: las fuerzas rusas se retiraron porque el avance se había vuelto insostenible, las bajas eran elevadas y los contraataques ucranianos estaban infligiendo daños significativos.

En conjunto, la evaluación pública de Chirkin expone las fallas internas detrás de uno de los errores estratégicos más trascendentales de Rusia en décadas. Sus declaraciones confirman que la invasión se basó en inteligencia inexacta, suposiciones políticas poco realistas y una estructura militar obsoleta. Es un recordatorio de que un error de juicio a nivel estratégico puede poner en marcha una cadena de fracasos con consecuencias duraderas, que ataron a Rusia a una larga guerra de desgaste.

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