Hoy hay noticias interesantes provenientes de la Federación Rusa.
Aquí, después de meses de que los funcionarios rusos se jactaran de destruir las instalaciones energéticas ucranianas, la guerra ha dado un giro completo.

Ahora Rusia está probando su propia medicina, ya que los masivos ataques de represalia ucranianos contra la infraestructura energética crítica han sumido a regiones enteras de Rusia en la oscuridad.

En Bélgorod reina el caos, y lo que Rusia infligió a Ucrania en los inviernos anteriores ahora se le devuelve, solo que esta vez es Moscú quien declara una emergencia nacional. El gobernador de Bélgorod, Viacheslav Gladkov, instó a los residentes a encontrar fuentes de energía alternativas y a depender de generadores después de que misiles y drones ucranianos destruyeran los principales sistemas eléctricos de la ciudad. Pero la orden roza lo absurdo: debido al agravamiento de la crisis de combustible en Rusia, las autoridades locales han prohibido simultáneamente a los ciudadanos llenar bidones con gasolina, el mismo combustible que usan los generadores. El pánico se propagó rápidamente cuando los residentes se dieron cuenta de que no había un plan de respaldo ni una solución realista por parte del gobierno. Se ordenó a las gasolineras conservar el suministro solo para la infraestructura crítica, dejando a los civiles atrapados en la oscuridad.

La crisis comenzó después de una ola de ataques ucranianos contra la red energética de Bélgorod. Los habitantes informaron de fuertes explosiones seguidas de apagones inmediatos, cuando los drones ucranianos impactaron primero en transformadores clave de toda la ciudad.

En cuestión de horas, otro bombardeo alcanzó la central termoeléctrica de Bélgorod, dejando a 40.000 personas sin electricidad. Las grabaciones muestran la subestación Luch envuelta en llamas, mientras los servicios de emergencia eran incapaces de contener el fuego.

La región de Kursk pronto siguió el mismo camino, cuando drones ucranianos golpearon las líneas de transmisión, provocando apagones generalizados. El funcionario ucraniano Andriy Kovalenko confirmó que tanto Bélgorod como Kursk estaban sin electricidad, ya que los rusos “recibieron lo que estaban buscando”.

El presidente Volodímir Zelenski había advertido durante semanas que si Rusia reanudaba su campaña de terror invernal contra la infraestructura energética ucraniana, Ucrania respondería de la misma manera y los rusos sentirían lo mismo en sus propias ciudades, incluso si eso significaba apagones en Moscú. El mando militar y político ruso ignoró la advertencia, y ahora los resultados son evidentes. El jefe del Estado Mayor ucraniano, Andriy Hnatov, reforzó el mensaje afirmando que Ucrania encontrará los medios y las armas para llevar a cabo represalias proporcionales, sin importar la distancia ni las defensas aéreas rusas.

Los contraataques ucranianos no se detuvieron en la frontera. Durante varias noches consecutivas, drones y misiles ucranianos alcanzaron instalaciones eléctricas en el interior de Rusia, demostrando tanto alcance como precisión. En Klintsy, en la región de Briansk, una central termoeléctrica estalló en llamas tras un ataque combinado, una explosión captada por los lugareños y ampliamente difundida en línea.

En la región de Vladímir, una subestación de 750 kilovoltios, un nodo crítico en la red energética del centro de Rusia, fue desactivada. En Uliánovsk, la subestación Veshkama de 500 kilovoltios fue alcanzada por varios drones, causando fallos de energía en cascada en toda la región. El ataque a la subestación Kinel-Cherkasy de Samara siguió poco después, eliminando otro enlace importante en la red interconectada de Rusia. Horas más tarde, la subestación Balashovskaya de Volgogrado se incendió, interrumpiendo la transferencia eléctrica desde la central hidroeléctrica de Volzhskaya.

Los ataques llegaron hasta Nizhni Nóvgorod, donde seis drones ucranianos de largo alcance supuestamente impactaron en una instalación energética clave, dejando sin electricidad a más de 200.000 residentes y paralizando zonas industriales, con incluso las redes de telefonía móvil colapsando. Cuando el gobernador regional calificó el apagón de comunicaciones y electricidad como una “desintoxicación saludable”, los residentes reaccionaron con furia, acusando a las autoridades locales de mentir y evadir el problema mientras sus hogares se congelaban y sus negocios cerraban.

La versión oficial de Moscú es la negación, pero la magnitud de los daños es innegable. Los equipos de emergencia están al límite, los incendios arden en varias subestaciones y la red eléctrica se encuentra fragmentada bajo una presión constante. Con las primeras nevadas, muchas regiones enfrentan apagones rotativos, y los gobiernos locales han comenzado a racionar la electricidad solo para la infraestructura crítica.

En general, el mensaje de Ucrania es claro: por cada apagón que cause Rusia, sufrirá uno en casa. Este invierno, las tornas han cambiado, ya que los drones y misiles ucranianos de largo alcance, producidos a nivel nacional, ahora pueden golpear cientos de kilómetros dentro del territorio ruso, con una precisión y consistencia que no existían en años anteriores.

Después de meses de ignorar las advertencias, Rusia se ve ahora obligada a experimentar lo que antes había convertido en arma: la oscuridad, el frío y el miedo. Mientras los funcionarios rusos declaran una emergencia energética y luchan por restablecer la electricidad, Ucrania ha pasado de ser víctima del terror energético a maestra de la represalia. Puede que las luces estén apagadas en Bélgorod, Kursk y Nizhni Nóvgorod, pero es muy posible que pronto Moscú siga el mismo camino.


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