Dentro de la redada policial más mortífera de Brasil que destruyó el imperio de la droga de Río
Río de Janeiro amaneció con el sonido de disparos y el humo elevándose sobre sus favelas, señalando el estallido de una de las operaciones policiales más intensas en la historia de Brasil. Lo que comenzó como una respuesta rutinaria a la actividad de las bandas se transformó rápidamente en un asalto a gran escala contra el Comando Rojo, una red criminal profundamente arraigada que controla barrios clave. Meses de recopilación de inteligencia, planificación y coordinación permitieron a las fuerzas de seguridad sincronizar unidades blindadas, equipos de operaciones especiales y apoyo de helicópteros en el denso terreno urbano. Las calles laberínticas de las favelas, que antes eran un santuario para la banda, se convirtieron en trampas donde la policía de élite canalizó a los combatientes para neutralizarlos de manera eficiente. Los civiles quedaron atrapados en el fuego cruzado, reflejando los peligros inherentes de la aplicación militarizada de la ley en áreas densamente pobladas. En última instancia, la operación mostró el giro de Brasil hacia una policía estratégica de alta intensidad, utilizando planificación, tecnología y manipulación del terreno para desmantelar una red criminal que durante mucho tiempo resistió la autoridad del Estado.

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