Las tropas rusas ahora sobreviven solo gracias a lanzamientos de drones, ya que las líneas de suministro se han derrumbado.
Las unidades de asalto rusas han comenzado a morir de hambre en sus posiciones, mientras los drones ucranianos cortan todas las rutas de suministro viables. Los comandantes siguen enviando tropas hacia adelante por apariencia política, negándose a ordenar retiradas incluso cuando las posiciones carecen de valor táctico. Como resultado, pequeños grupos rusos quedan varados en trincheras destruidas, viviendo de lanzamientos improvisados de drones con barritas de chocolate y bolsas de agua. El ejército pretende presentar esto como “puestos heroicos”, pero la realidad es una lenta destrucción por hambre, agotamiento y colapso psicológico. Cada intento de reabastecimiento es destrozado por drones FPV ucranianos, convirtiendo la logística en misiones suicidas en lugar de operaciones de apoyo. Lo que Moscú llama determinación es, en verdad, el abandono sistemático de sus propios soldados a la inanición.

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