Las tropas rusas ahora sobreviven solo gracias a lanzamientos de drones, ya que las líneas de suministro se han derrumbado.

Nov 8, 2025
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Hoy, las noticias más importantes provienen de Rusia.

Las fuerzas rusas se niegan a retirarse de posiciones avanzadas, dejando a las unidades aisladas de su suministro terrestre y dependientes de improvisados lanzamientos por drones para recibir comida y artículos esenciales. Esta creciente crisis de aislamiento amenaza con privar a los combatientes de calorías y moral, poniendo en riesgo toda su doctrina.

El dominio ucraniano de drones ha convertido las rutas de suministro terrestre rusas en zonas de muerte, donde drones FPV, minas colocadas a distancia y municiones merodeadoras destruyen buggies, motocicletas e incluso carros robóticos antes de que alcancen las posiciones adelantadas. Las malas decisiones tácticas agravan el problema: los comandantes envían pequeños grupos de asalto profundamente a zonas grises disputadas sin asegurar corredores estables, apostando por la velocidad en lugar de la sostenibilidad. Infiltraciones apresuradas, diseñadas para tomar puntos fuertes ucranianos o interrumpir zonas traseras, sobrepasan con frecuencia su propio apoyo logístico, dejando escuadras atrapadas cuando los contraataques cierran las rutas de escape.

El terreno difícil, los campos de minas y el barro estacional aíslan aún más a las unidades que se niegan a retirarse para no ceder terreno ganado con esfuerzo. La escasez de munición obliga a los combatientes a priorizar la carga de combate, dejando en segundo plano la planificación de comida y agua. Los intentos nocturnos de reabastecimiento fracasan bajo la vigilancia térmica ucraniana y las minas invisibles en la oscuridad, mientras que los intentos diurnos atraen artillería y drones por igual. El resultado es la formación de cientos de microbolsas rusas de terreno en los frentes de Donetsk y Zaporiyia, que ahora dependen por completo de suministros aéreos, con soldados racionando bocadillos comprados de forma privada, esperando que el próximo dron llegue y que los ucranianos no lo derriben.

Los operadores de drones rusos representan ahora la línea de vida de las tropas terrestres, lanzando comida, agua, baterías y medicinas desde Mavics, drones FPV y, ocasionalmente, octocópteros de carga para evitar la hambruna o la rendición. Un solo Mavic puede llevar apenas dos barritas energéticas y un litro de agua, lo que requiere múltiples vuelos por escuadra y expone a los pilotos a la interceptación ucraniana. La precisión del lanzamiento sufre con el viento, la vegetación o los escombros urbanos; los paquetes se rompen al impactar, caen en campos minados o llegan accidentalmente a manos enemigas. Los octocópteros más pesados aparecen rara vez, limitados por el ruido, el coste y la guerra electrónica, y generalmente no son utilizados por las fuerzas rusas.

Las raciones estándar del ejército resultan inútiles: un paquete individual de 1,2 kilogramos rompe las hélices, los guisos enlatados añaden peso muerto, y los soldados terminan recibiendo chocolate y frutos secos comprados por voluntarios, que elevan el azúcar en sangre para luego provocar una caída de energía, como se han quejado los propios soldados rusos. No existe un mecanismo de liberación universal, por lo que los operadores atan paquetes con cuerda o cinta, arriesgándose a perderlos en pleno vuelo. El cambio de baterías para los drones compite con la carga de alimentos, creando un círculo vicioso de agotamiento.

Para resolver estos problemas, las unidades rusas reutilizan drones FPV zapadores que ya se habían empleado para colocar minas, adaptándolos con simples ganchos de liberación para transportar cargas de 1 a 2 kilogramos de frutos secos, barritas energéticas y bolsas de agua. Los talleres de primera línea estandarizan los mecanismos de liberación mediante abrazaderas impresas en 3D y amarres de ruptura.

Voluntarios financian comidas liofilizadas ultraligeras para ser probadas en los sectores de Kursk y Donetsk. Algunas brigadas experimentan con cuadricópteros equipados con redes de carga, mientras otras entrenan lanzamientos nocturnos con octocópteros pesados, buscando implementarlos de forma más extendida.

Los analistas militares rusos presionan por la adquisición centralizada de raciones aéreas compactas y módulos de carga modulares como forma de contrarrestar la superioridad de drones ucraniana. Los técnicos rusos se obsesionan con gramos y artilugios como abrazaderas 3D, paquetes liofilizados, vuelos de “Baba Yaga”, mientras el frente se fragmenta en cientos de microguarniciones aisladas, cada una exigiendo sus propios lanzamientos diarios.

Sin embargo, estas soluciones parcheadas ignoran la lógica exponencial: una sola escuadra aislada necesita entre 6 y 8 kilogramos de comida y agua al día. Cincuenta pelotones así, en el frente de una sola brigada, equivalen a unos 350 kilogramos, o 700 vuelos de Mavic, consumiendo alrededor de 1.400 baterías y alejando a cientos de pilotos de las operaciones de combate.

Ningún mando rastrea la necesidad total, la pérdida de baterías ni los drones derribados, por lo que las unidades compiten por los mismos suministros voluntarios. En contraste, la 82ª Brigada de Asalto Aéreo de Ucrania opera cuadricópteros logísticos dedicados con cápsulas estandarizadas de 5 kilogramos, paracaídas guiados por GPS y depósitos de raciones preposicionados a nivel batallón. Al final, la negativa de Moscú a retirarse crea la crisis; su incapacidad para centralizar la logística aérea convierte la supervivencia de sus tropas en una lotería.

En conjunto, la negativa de Rusia a retroceder transforma la terquedad táctica en una crisis estratégica de suministro, donde los lanzamientos por drones se convierten en la única arteria que sostiene frentes fracturados. Sin sistemas estandarizados de liberación para FPV y sin raciones liofilizadas para transporte aéreo, las unidades aisladas afrontan fatiga, pérdida de capacidad de combate y posible colapso bajo la presión ucraniana sostenida. La logística centralizada, siguiendo los modelos ucranianos de puente aéreo modular, es esencial para evitar que se multipliquen los bolsillos aislados y para preservar la propia doctrina de no retroceder. No escalar estas soluciones arriesga convertir cada metro ganado con esfuerzo en una trampa de hambre.

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