Hoy, la noticia más importante llega desde la dirección de Pokrovsk.
Aquí, después de semanas de combates de baja intensidad, los soldados rusos intentaron entrar en la ciudad disfrazados, con la esperanza de desestabilizar las líneas ucranianas desde dentro. Pero la operación salió mal, y lo que siguió fue una respuesta coordinada de Ucrania, que culminó en una de las demostraciones más claras hasta ahora de la capacidad ucraniana para desmantelar estas tácticas en tiempo real.

Las fuerzas rusas intentaron infiltrarse en Pokrovsk utilizando una táctica que se ha vuelto más común en todo el frente: pequeños grupos de sabotaje que entran en áreas urbanas vestidos de civiles. En este caso, varias unidades rusas abandonaron sus uniformes e intentaron mezclarse con la población local. Mientras algunos fueron interceptados durante una redada de nueve días, otros lograron pasar y más tarde reagruparse en células armadas dentro de bloques residenciales.

Estos sobrevivientes a veces consiguieron organizar una resistencia feroz en sectores específicos, obligando a Ucrania a tratar las infiltraciones no solo como amenazas, sino también como oportunidades para localizar las áreas de concentración enemigas y adelantarse a la escalada con fuerza directa.

El ejemplo más claro llegó cuando las fuerzas ucranianas desplegaron tanques Leopard 2A4 en puntos clave de la ciudad. Estos tanques se utilizan en operaciones coordinadas para desalojar a unidades de sabotaje rusas atrincheradas que habían tomado posiciones dentro de edificios de varios pisos.

Las imágenes no muestran una patrulla rutinaria o una maniobra de disuasión, sino una misión de fuego directo contra un edificio residencial de nueve pisos que un grupo de sabotaje ruso había ocupado. El Leopard apuntó deliberadamente a los pisos inferiores para derrumbar la entrada y neutralizar al grupo en su interior. En la mayoría de situaciones en primera línea, usar un tanque dentro de una ciudad se consideraría arriesgado, pero aquí cumplió una función muy específica.


Las unidades rusas operan sin armas pesadas ni chalecos antibalas, y para pasar como civiles suelen no portar ningún equipo visible, recibiendo armas y radios más tarde mediante drones. Al contar solo con armamento ligero, son extremadamente vulnerables una vez expuestos, lo que permite a los tanques ucranianos operar a corta distancia con poco riesgo.

El blindaje del tanque es más que suficiente para resistir armas ligeras o lanzagranadas, mientras que su potencia de fuego garantiza que la amenaza se elimine rápidamente antes de que se propague. Las unidades de combate ucranianas en Pokrovsk emplean ahora al Leopard como una opción precisa y de bajo riesgo contra grupos de infiltración más grandes que logran reagruparse y atrincherarse. En estos casos, el tanque no se utiliza para operaciones de ruptura, sino para limpieza urbana precisa, especialmente cuando la velocidad importa más que minimizar daños materiales.

Aun así, alrededor del 90% de los infiltrados son eliminados antes de llegar tan lejos. Los residentes locales también ayudan a denunciarlos, como muestran unas imágenes en las que dos vecinos guían a un dron FPV ucraniano hacia una casa en la que había entrado un soldado ruso aislado. El dron fue usado para eliminarlo antes de que pudiera unirse a los demás. Este tipo de microcoordinación entre civiles y operadores se ha vuelto común en los pueblos de primera línea. Los soldados rusos no siempre pueden esconderse a simple vista; hay demasiados residentes dispuestos a señalarlos, y la red de drones ucraniana es ahora lo bastante densa como para actuar de inmediato sobre esa información.

Ucrania también adopta una postura más proactiva al golpear a las tropas rusas antes de que puedan siquiera iniciar la infiltración. Solo en la última semana, una serie de ataques aéreos de precisión han alcanzado zonas de concentración en toda la región occidental de Donetsk.

Cerca de Kotlyne, un Su-27 utilizó una bomba para destruir un grupo completo de tropas rusas y municiones almacenadas en un pozo de mina.

Otros dos ataques, esta vez con GBU-62 JDAM-ER, golpearon concentraciones de tropas de asalto cerca de Pishchane, mientras que MiG-29 atacaron edificios en Novotroitske donde se habían estado reuniendo equipos de infiltración. En varios casos, solo una de las múltiples bombas alcanzó el objetivo previsto debido a la interferencia electrónica rusa, pero incluso el éxito parcial fue suficiente para interrumpir los preparativos rusos.


Estos ataques demuestran que Ucrania no espera a que los saboteadores aparezcan en las ciudades; los está identificando en la fase de preparación y eliminándolos de antemano con municiones de precisión suministradas por Occidente.

En conjunto, Pokrovsk se está convirtiendo en un caso de prueba de la doctrina en evolución de Ucrania contra la guerra de infiltración. En lugar de responder pasivamente, Ucrania está utilizando inteligencia local, drones, tanques y poder aéreo para neutralizar las amenazas en cada fase: desde la preparación, pasando por la entrada, hasta el atrincheramiento. Y cuanto más dependa Rusia de estas tácticas, más se expone a los tres niveles de respuesta.

Comentarios