Represión Masiva Contra Los Mercenarios Rusos

Jul 20, 2025
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Hoy, la noticia más importante proviene de Azerbaiyán.

Aquí, el gobierno ha arrestado a combatientes de Wagner que lucharon por Rusia en Ucrania, apuntando directamente a la organización más peligrosa del Kremlin. Es un movimiento audaz que no solo rechaza la influencia rusa en el Cáucaso Sur, sino que comienza activamente a desmantelar toda la red de poder postsoviética de Moscú.

Es la primera vez que un país postsoviético procesa a sus ciudadanos por unirse a Wagner. Los dos primeros mercenarios, Ramil Aliyev e Ismayil Hasanov, habían cumplido condena en colonias penales rusas antes de ser reclutados en Wagner bajo el Proyecto-K de Prigozhin y enviados a combatir en Ucrania. Ambos hombres sirvieron tiempo en prisiones rusas antes de ser reclutados en el Proyecto-K de Wagner, un programa carcelario organizado por Yevgeny Prigozhin para alimentar la guerra de Rusia en Ucrania. Los dos azerbaiyanos están acusados de usar armas de fuego y explosivos en Ucrania, así como de intentar reclutar a otros para luchar con Wagner.

Un tribunal en Bakú ordenó su detención, aplicando estatutos penales típicamente usados para mercenarios o delitos relacionados con el terrorismo. Estos cargos van más allá de la ley nacional; son una advertencia para todos los excombatientes de Wagner: serán tratados no como veteranos, sino como criminales de guerra.

La decisión de procesar a los combatientes de Wagner forma parte de un cambio más amplio en la postura de Azerbaiyán hacia Moscú. En lugar de distanciarse discretamente, Bakú ahora apunta activamente a la influencia rusa en múltiples frentes: militar, político e informativo. Los arrestos no solo buscan justicia o legalidad, sino cortar el apalancamiento ruso. El Proyecto-K fue uno de los esfuerzos más controvertidos de Wagner, combinando criminalidad con guerra respaldada por el Estado. Al ir tras estos individuos ahora, Azerbaiyán criminaliza retroactivamente la participación de sus ciudadanos en la estructura proxy rusa.

Esta ofensiva legal sigue a la decisión de Bakú de calificar a Sputnik-Azerbaiyán como un frente de inteligencia ruso, acusando a su personal de realizar campañas de guerra informativa y construir redes de influencia prorrusas dentro del país.

Mientras ese episodio se centró en el poder blando, los arrestos de Wagner son algo diferente: marcan el inicio de acciones legales contundentes contra operativos híbridos rusos en suelo azerbaiyano. Ningún otro país en la región ha trazado una línea legal tan dura, convirtiendo esto en un momento que sienta precedentes.

Las tensiones diplomáticas se han intensificado paralelamente, cuando una delegación rusa encabezada por el ministro de Situaciones de Emergencia, Aleksandr Kurenkov, visitó Bakú en julio llevando un mensaje diplomático de Vladimir Putin, pero el presidente Ilham Aliyev se negó a recibirlos. Ese desprecio fue deliberado y profundamente simbólico en el espacio postsoviético, donde Rusia tradicionalmente ha confiado en reuniones presenciales y diplomacia en la sombra para mantener su influencia.

Pero esta vez, Azerbaiyán cerró la puerta; la negativa a recibir al enviado de Putin sugiere que Bakú ya no considera útil ni necesaria la diplomacia rusa. También señala que Azerbaiyán está dispuesto a dejar que las relaciones se deterioren aún más si Moscú continúa presionando.

Mientras tanto, Azerbaiyán fortalece sus lazos con Ucrania de manera tanto práctica como simbólica. Recientemente, Bakú envió equipos especializados de desminado a las fuerzas ucranianas, un apoyo que puede parecer modesto sobre el papel, pero que tiene un peso estratégico real. Contribuye directamente a la capacidad de Ucrania para despejar áreas liberadas, proteger a civiles y preparar operaciones de contraataque. Azerbaiyán se posiciona abiertamente junto a Ucrania en asuntos clave de seguridad, mientras apunta simultáneamente a las redes clandestinas rusas dentro del país. Y lo hace sin necesidad de que Occidente lo impulse, mostrando que el aislamiento de Rusia se está volviendo auto-reforzante.

Detrás de todo esto hay un cambio más profundo; Azerbaiyán ya no intenta equilibrar entre Este y Oeste. Está eligiendo bando, y lo hace con precisión quirúrgica. Las persecuciones, el control mediático y los desplantes diplomáticos forman parte de una política coherente destinada a desmantelar la influencia rusa en el Cáucaso Sur. Para Moscú, esto no es solo un dolor de cabeza diplomático; es una derrota estratégica, ya que su otrora socio leal ahora ayuda a Ucrania, rechaza a los enviados en la sombra y arresta a los combatientes de Wagner como criminales.

En resumen, la represión contra Wagner no es solo una maniobra legal interna; está remodelando el panorama regional. Al tratar a los mercenarios rusos como criminales y no como veteranos, Bakú envía un mensaje al resto del mundo postsoviético: las viejas reglas de dominación rusa ya no aplican. Las herramientas de poder blando y duro de Rusia están siendo desmanteladas desde dentro, y Azerbaiyán está liderando ese camino.

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