Hoy hablaremos sobre el aumento de las provocaciones rusas y los llamados a la desnazificación de los países bálticos. No queriendo ser sorprendidos y tomando estas amenazas en serio, estos países ya están tomando medidas para mejorar su seguridad.

Recientemente, Sergey Naryshkin, jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, advirtió que Polonia y los países bálticos serían los primeros en sufrir en cualquier conflicto entre la OTAN y Rusia. Acusó a estas naciones de mostrar una gran agresividad y afirmó que subestimaban las consecuencias devastadoras de provocar a Moscú. Esta declaración resonó con una ola de retórica igualmente hostil por parte de funcionarios estatales rusos y figuras mediáticas en los últimos dos años.

Funcionarios rusos, incluido el expresidente de Rusia Dmitry Medvedev, ahora vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, han cuestionado repetidamente la soberanía de los países bálticos. Medvedev declaró que los estados bálticos pertenecen a Rusia y acusó a la OTAN de albergar intenciones anti-rusas.

El presentador de televisión estatal Vladimir Solovyov fue aún más lejos, afirmando que estos países no necesitan independencia y que su soberanía es una broma. Tales declaraciones no son aisladas; reflejan una campaña coordinada para presentar a los países bálticos como estados ilegítimos y al flanco oriental de la OTAN como un campo de batalla listo para la desnazificación, una escalofriante repetición de la justificación rusa para su guerra en Ucrania.

El término desnazificación es particularmente preocupante, ya que históricamente ha sido usado por Rusia como pretexto para la agresión. Antes de la invasión a Ucrania en 2022, Moscú presentó sus objetivos de guerra en términos idénticos, alegando que Kiev necesitaba ser limpiada de nazis a pesar de que Ucrania es una democracia funcional con un presidente judío. Ahora, con un lenguaje similar dirigido contra Estonia, Letonia y Lituania, se teme que estas declaraciones no sean mera propaganda sino señales tempranas de una estrategia regional más amplia.

Desde un punto de vista militar, los estados bálticos representan una debilidad significativa para Rusia, convirtiéndolos en un objetivo tentador. Kaliningrado, el exclave ruso en el mar Báltico, está completamente aislado y rodeado por territorio de la OTAN, por lo que figuras políticas y mediáticas rusas promueven constantemente el establecimiento de una ruta terrestre directa hacia Kaliningrado. Lo más importante es el estrecho corredor de Suwalki entre Polonia y Lituania, ya que el control de este paso cortaría o restauraría el acceso terrestre ruso a Kaliningrado, dependiendo de quién lo controle.

Al mismo tiempo, desde que Finlandia y Suecia se unieron a la OTAN, el mar Báltico está casi completamente rodeado por miembros de la alianza, limitando severamente la maniobrabilidad marítima rusa. La flota del Báltico de Rusia, ya pequeña y envejecida, no puede competir con el poder naval combinado de los estados de la OTAN en la región. En tierra, los países bálticos albergan grupos de batalla desplegados por la OTAN y realizan ejercicios militares regulares para prepararse para una movilización rápida. Estos factores hacen que una rápida toma terrestre por parte de Rusia, táctica utilizada en Crimea y el este de Ucrania, sea mucho menos probable aquí. Esto parece enfurecer aún más al gobierno ruso, alimentando su campaña hostil.

Las tácticas de intimidación de Rusia van más allá de simples amenazas. El Kremlin invoca activamente la presencia de poblaciones de habla rusa en los países bálticos, alrededor del 24 % en Estonia y Letonia, como justificación para una intervención, de manera similar a como lo hizo en Ucrania. Estas demografías son un legado de las transferencias de población durante la era soviética y siguen siendo un tema sensible. Los medios estatales rusos retratan rutinariamente a estos rusos étnicos como oprimidos y necesitados de protección, preparando el terreno narrativo para una posible acción militar futura.

Los países bálticos no están ignorando estas señales. Han visto de primera mano cómo Rusia utilizó una retórica similar para justificar su invasión a Ucrania. Lo que antes se desestimaba como palabras vacías se ha convertido en un precursor de una guerra real. Por ello, Estonia, Letonia y Lituania están reforzando sus defensas, fortaleciendo sus lazos con la OTAN y preparándose para la posibilidad de un conflicto. La línea entre la guerra informativa y la justificación para una guerra a gran escala se vuelve cada vez más delgada, y con cada nueva amenaza rusa, la sensación de urgencia aumenta.


En general, los repetidos llamados de Rusia a la desnazificación de los estados bálticos y sus amenazas de represalias directas son tomados con la máxima seriedad por sus gobiernos. Los paralelismos con los preparativos para la guerra en Ucrania son evidentes, y tras una serie de provocaciones en los últimos meses, las apuestas son más altas que nunca.

Para Estonia, Letonia y Lituania, prepararse para lo peor no es paranoia, es una necesidad, y están trabajando activamente para mejorar su seguridad.

Comentarios