El Control De Rusia Sobre El Mediterráneo Oriental Comienza A Debilitarse

May 28, 2025
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Recientemente, la principal base aérea de Rusia en Siria se ha visto amenazada de una manera no prevista anteriormente. Lo que normalmente podría haberse descartado como un incidente de seguridad local ha expuesto, en cambio, la fragilidad de la presencia militar rusa y ha planteado interrogantes más profundos sobre su papel futuro en una Siria posterior a Assad.

Recientemente, la base aérea rusa de Khmeimim, en el oeste de Siria, fue atacada cuando varios militantes escalaron la valla perimetral y lanzaron un asalto a corta distancia contra uno de los puestos de guardia exteriores. Armados con granadas y armas ligeras, se enfrentaron al personal ruso en un tiroteo breve pero mortal. Dos soldados rusos murieron y varios más resultaron heridos antes de que los atacantes fueran neutralizados. Los cuerpos de los atacantes fueron luego reclamados por facciones locales vagamente vinculadas a Hay’at Tahrir al-Sham, un grupo paramilitar radicado en Siria, también conocido como HTS. Sin embargo, el grupo negó cualquier responsabilidad por el ataque. Aun así, el nivel de coordinación, junto con el uso de rifles de francotirador y granadas, sugiere que no se trató de un acto aislado.

Se desplegaron sistemas de guerra electrónica rusos y varios aviones fueron lanzados para asegurar nuevamente el perímetro.

La base aérea de Khmeimim es uno de los activos militares más estratégicos de Rusia fuera de sus fronteras. Ubicada cerca del puerto de Tartus, permite a Rusia controlar un espacio aéreo vital en el Mediterráneo, reabastecer a unidades alineadas con Moscú y mantener su capacidad de proyección de poder en todo Oriente Medio. Junto con su presencia naval en Tartus, Khmeimim funciona como una plataforma clave para las operaciones rusas en Siria y el norte de África.

El objetivo de Rusia es preservar el acceso a estas instalaciones militares en una Siria posterior a Assad. Perder estas bases representaría un revés importante para la presencia regional de Moscú y debilitaría su influencia en escenarios clave como el Mar Rojo y el Mediterráneo Oriental. Sin embargo, las conversaciones entre Rusia y Siria sobre el futuro de Khmeimim y Tartus han llegado a un punto muerto. Tras la huida de Assad a Rusia, el presidente interino de Siria, Ahmed al-Sharaa, quien lideró la coalición que derrocó a Assad, exigió su extradición a cambio de permitir que las fuerzas rusas mantuvieran sus bases.

Rusia se negó, y desde entonces las negociaciones se han congelado. Ahmed al-Sharaa ha declarado públicamente que está dispuesto a permitir que Rusia conserve su presencia, pero solo si sirve a los intereses de Siria. Sin embargo, la negativa de Moscú a extraditar a Assad ha sido vista como una línea roja. En respuesta, los oficiales rusos en Khmeimim han restringido el acceso incluso a los puntos de control y zonas de suministro circundantes para los civiles sirios, lo que ha generado tensiones con las autoridades locales.

Internamente, el nuevo gobierno sirio enfrenta sus propios desafíos. Ahmed al-Sharaa ha ordenado la disolución o integración de todos los grupos armados en el recién formado ejército sirio. Su objetivo es centralizar el control político y militar, con la esperanza de evitar otro Estado fragmentado tras la guerra. Sin embargo, persiste la resistencia. Muchos grupos, especialmente los anteriormente vinculados a Hay’at Tahrir al-Sham o compuestos por combatientes extranjeros, han ignorado el mandato. Se cree que los atacantes en Khmeimim provienen de uno de estos grupos no afiliados. Aún no está claro si al-Sharaa ordenó, toleró o simplemente no logró evitar el ataque.

Lo que sí está claro es que la naturaleza fragmentada de los grupos militantes, algunos de los cuales siguen armados y operan de forma autónoma, representa un grave riesgo para el nuevo gobierno sirio. Permitir que Rusia permanezca indefinidamente podría dar lugar a que Moscú desestabilice el país desde dentro o apoye regiones separatistas si se le niega su influencia.

Analistas afirman que Rusia podría intentar conservar su influencia manteniendo zonas militares bajo control directo o respaldando milicias aliadas en zonas clave. Informes sugieren que Rusia se está posicionando ahora para apoyar futuras aspiraciones separatistas alauitas en las regiones costeras, donde muchos alauitas, históricamente leales a Assad, aún conservan influencia. Rusia está construyendo lazos discretamente, ofreciendo refugio y protección a antiguos grupos pro-Assad contra represalias del nuevo gobierno sirio. Este nuevo gobierno se opone a una presencia rusa a largo plazo si no beneficia al país, y Moscú podría intensificar su implicación para proteger sus activos, lo que hace que incidentes como el ataque a la base aérea de Khmeimim sean potencialmente explosivos en términos políticos.

En conjunto, el ataque a Khmeimim no es solo una brecha localizada en la seguridad; es un posible presagio de algo mucho mayor. El uso que hace Rusia de redes militares informales y acuerdos ambiguos con actores locales ha vuelto su posición en Siria inestable y difícil de defender. El nuevo liderazgo sirio está intentando reafirmar el control, pero ahora debe considerar si Rusia es un socio estabilizador o una amenaza a largo plazo. El futuro de la huella militar de Rusia en Siria no se definirá solo mediante la diplomacia, sino también mediante la presión en todas sus formas.

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